Francisco Marhuenda

Normalidad institucional

La Razón
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Tras un año como jefe del Estado, Don Felipe ha colmado con creces las expectativas y ha confirmado el acierto que tuvo Don Juan Carlos de dar paso a una nueva generación para afrontar unos tiempos que son, sin lugar a dudas, tan complejos como difíciles. Es cierto que hay que tener perspectiva histórica y analizar la actualidad con prudencia y sosiego porque no deberíamos olvidar tiempos pasados que fueron mucho más difíciles. La proximidad de los acontecimientos nos hace inquietarnos y creer que caminamos hacia situaciones irreversibles. El mismo criterio se puede aplicar a los desplantes infantiles de una izquierda antisistema que no está dando la talla. No esperaba nada y desde luego no me siento defraudado.

Me gustaría que la izquierda radical respetara las instituciones, pero nos tenemos que acostumbrar a los gestos de estos jóvenes y no tan jóvenes «airados» sin fundamento, que confunden la situación española con sus deseos de imponer un modelo comunista que siempre ha fracasado. Lo sucedido en Grecia es un baño de realidad. En este escenario turbulento y preelectoral emerge la figura del Rey en su plenitud mostrando el acierto de esa Monarquía de todos que quería Don Juan Carlos y que consagraron los constituyentes.

La izquierda antisistema llegó afirmando que «no nos representan», refiriéndose a unos partidos que son votados elección tras elección por más de veinte millones de españoles. Otros despropósitos eran hablar despectivamente del «régimen del 78» o decir que las instituciones estaban controladas por una casta. La realidad es que, han llegado a ellas sin que nadie se lo haya impedido, aunque como consecuencia de la debilidad del PSOE, que les ha permitido gobernar algunos grandes ayuntamientos. No creo que las consecuencias de estos pactos sean favorables para los socialistas y el ansia de Sánchez por alcanzar el poder a cualquier precio. Las elecciones se ganan desde la centralidad.

Don Felipe tiene una serie de características muy adecuadas para ejercer la jefatura del Estado. En primer lugar, la experiencia adquirida al lado de su padre, un compromiso firme y decidido de servicio a España, una notable preparación, una gran empatía y capacidad de comunicación y, finalmente, un gran interés que le hace avanzar al ritmo de los tiempos. La figura de la Corona es decisiva en un país de nuestras características, porque tiene una función representativa que le permite conectar con la gran mayoría de la sociedad española.

Esa proximidad, sin olvidar la alta institución que representa, es una baza decisiva que desarma a sus interlocutores y que le permite romper el hielo. Lo importante es que la Monarquía sea ejemplar, como lo es, y útil para la España del siglo XXI. Los tiempos cambian con gran celeridad, pero la perspectiva histórica nos permite situar la Corona en la posición que le corresponde. Al margen de las legítimas luchas partidistas, es muy positivo contar con una institución que desarrolla un papel de equilibrio y continuidad. En este sentido, Doña Letizia se ha convertido, también, en una pieza clave, positiva y fundamental.