Alfonso Merlos
Orden y compromiso
La propaganda frente a los hechos consumados, los planes que se ejecutan y las soluciones que se materializan. La crisis europea ante la llegada de miles de refugiados que huyen de la guerra. El conflicto sirio y otros. Y un gobierno que no actúa como un pollo sin cabeza, ni usa la demagogia para ganar votos, ni incurre en los vicios y pecados adanistas de la izquierda extrema. En eso se está.
Con la llegada a España de las primeras personas necesitadas de ayuda humanitaria, de asistencia jurídica, de apoyo moral en el más amplio sentido del término, varias cuestiones quedan subrayadas. Primero, que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha abordado este drama como debía: sin creer que hay una salida definitiva e inmediata a una tragedia que requiere de una respuesta en múltiples frentes.
Segundo, que es indispensable que todas las acciones para paliar tanto dolor y tanta desgracia se lleven a cabo en concierto, colaboración y cooperación entre los socios europeos. Tercero: que no hay compromiso verdadero, ni eficacia, ni resultados si no hay un orden y un programa escalonado para atender a tantos eritreos o sirios o árabes y musulmanes de diversas nacionalidades como se pueda. Y es inviable llegar a todos aquellos necesitados de ayuda.
Está ocurriendo lo esperado. Las situaciones de gravedad a las que la comunidad internacional se ve obligada a responder no se resuelven colgando pancartas en los balcones de los ayuntamientos, ni montando tómbolas para determinar a cuántos pobres de solemnidad se les puede sacar de su miserable condición. Esas situaciones se estudian, se gestionan y, con el corazón y la cabeza, finalmente se resuelven.
España es un país solidario. Es, sencillamente, puro fuego de artificio que los movimientos y partidos antisistema que ahora están de moda se dediquen a dar lecciones al Partido Popular hoy, y mañana vaya usted a saber a quién. Inútil fuego de artificio.
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