Mikel Buesa
Ordenando las sillas
Cuando se indaga en los elementos que explican la actual situación política española, es muy frecuente la apelación al problema de la selección adversa de los líderes partidarios. Los partidos políticos están modelados por un sistema electoral que premia a los más votados y castiga a los minoritarios, así como por un modelo de financiación que gravita sobre las subvenciones que otorgan de manera desigual las administraciones públicas y que relega a los afiliados a un mero papel de comparsas. Ello hace de los partidos unas organizaciones fuertemente jerarquizadas, muy dependientes del liderazgo personal y poco proclives al debate ideológico, tanto interno como público.
En ese marco se ha ido imponiendo en todos los partidos, aunque con distinta intensidad, un procedimiento de selección del personal político en el que lo que al final acaba contando más no es la inteligencia, la solidez ideológica, la capacidad discursiva, las habilidades de gestión pública o el conocimiento de los problemas, sino los servicios prestados a los que mandan. Hay una anécdota que ilustra bien este asunto y que se refiere a uno de los dirigentes del socialismo vasco que, en su día, ocupó una de las poltronas en el Gobierno que presidió Patxi López. Me la contó uno de los intelectuales más destacados del partido, señalándome que el gran mérito de esa persona había sido el de poner orden en las sillas que colocaba para las reuniones del partido. «Fulanito –le solían decir algunos– ponme cerca del secretario general»; y él, muy voluntarioso, procuraba dar satisfacción a todos. Así, señalaba mi interlocutor, se convirtió en imprescindible y fue ascendiendo en la estructura orgánica, a la vez que era designado para sucesivos puestos políticos: concejal, juntero, diputado regional, consejero.
El caso de Pedro Sánchez es también de la misma naturaleza. No se trata de una persona de grandes dotes intelectuales, pues, aunque se presenta como profesor universitario, su carrera no ha dejado huella en la bibliografía científica y sus tres trabajos publicados, derivados de su tesis doctoral, nunca han sido citados, según muestra el buscador académico de Google. Tampoco se trata de un avezado dirigente, pues su carrera política, hasta la Secretaría General, sólo registra puestos de concejal o diputado obtenidos de rebote, con ocasión de alguna dimisión, por ir demasiado atrás en las listas. Y no se le conoce ninguna experiencia profesional o sindical que le avale como gestor de la res pública. Sin embargo, ahí está guardando la cola para entrevistarse con el Rey y, tal vez, ser aspirante a la presidencia del Gobierno.
Buena parte del deterioro de nuestro sistema político y del descrédito que se extiende sobre la clase política, tiene que ver con todo esto. Tom Burns Marañón, en un reciente libro sobre la Transición, encuentra sus orígenes en el tándem González-Guerra y en la división del trabajo que se estableció entre ellos. A tan lejos hay que remontarse, pues los precipitados históricos se cuecen lentamente y cuando se sirven, aunque sean vomitivos, resulta inevitable degustarlos.
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