Ramón Tamames

Pactos: a buenas horas, mangas verdes

Ahora, en medio de la vorágine de la crisis que no acaba de atenuarse, surgen voces más o menos patrioteras, pidiendo un pacto del Gobierno con los sindicatos y todo el arco parlamentario. Y lo que a uno se le ocurre, rememorando levemente el pasado, es lo que sirve de epígrafe al presente artículo: ¡A buenas horas, mangas verdes! La senda económica que seguir en estos momentos está clara: hay que continuar remontando las muchas miserias e inercias maléficas que nos dejaron los innombrables años del 2008 al 2011. Un tiempo en el que podía haberse pactado, cuando el Gobierno de ZP estaba en minoría, y todo eran incertidumbres y falta de cordura para enfocar con realismo los problemas económicos que por entonces nos acosaban con tanta dureza. Y lo recuerdo muy especialmente porque el 12 de febrero de 2009, en la Fundación Carlos de Amberes, donde el iluminado presidente del Gobierno de entonces presentó el programa del semestre de presidencia española en la Unión Europea, al terminar sus previsiones al respecto, tuvimos un breve pero sustancioso diálogo, que una vez más voy a reconstruir. En esa ocasión, me permití decirle a Rodríguez Zapatero: «Presidente, no podemos seguir así, tenéis que cambiar el modelo económico y realizar reformas estructurales. En ese sentido, la idea de los Pactos de La Moncloa es aplicable hoy, ciertamente en un contexto diferente al de 1977. Pero en cualquier caso, hace falta un impulso psicológico global para que la gente piense que todo el arco político está por la labor. Yo viví aquella época y se promovió el entusiasmo, no como ahora». La respuesta del presidente, después de escucharme con atención, fue más que sorprendente: «No. Mira, Ramón, no os enteráis. Somos los que menos estamos sufriendo la crisis y los que antes vamos a salir de ella. Los indicadores de paro y déficit se van a resolver y no sufrirán los más débiles». Este diálogo puede verse completo en la página 248 de mi libro «Para salir de la crisis global. Análisis y soluciones», editado por EDAF, en Madrid, 2009. Lo que siguió a la ignorancia de la crisis, y a la contumacia de que todo iba a resolverse, merced a la clarividencia de un Gobierno mezcla de iluminados e ineptos, quedó, como se dice vulgarmente, «en agua de borrajas». La situación se deterioró más y más y, ya en mayo de 2010, el propio ZP hubo de reconocer que la situación era dramática y que necesitaba de medidas contundentes que, sin embargo, él formuló de manera insuficiente, y siempre con la asesoría de unas centrales sindicales –UGT y CC OO– que más que ayudar, frenaban cualquier intención de cambio en el tan traído y llevado modelo económico para salir de la crisis. En pocas palabras, los que echaron leña al fuego durante la crisis, para agravarla más y más, ahora con un falso registro patriótico están pidiendo un pacto. Y uno se pregunta: ¿Para qué? ¿Con vistas a qué medidas? ¿Con qué intenciones verdaderas de fondo?

Lo que necesitamos los españoles es que el Gobierno tenga una mejor ejecutoria: que gobierne para reducir la dimensión del Estado a lo que podemos soportar de él y a lo que realmente es necesario. También es preciso acabar con subvenciones a sindicatos y patronales y estudiar el mercado de trabajo para que el seguro de paro y el subsidio de desempleo no se conviertan en una renta más que mediocre. Así lo subrayaba yo en el artículo que publiqué en este mismo diario, sobre el 1 de mayo sindical, al día siguiente, el día 2. Ahora, cuando los mercados empiezan a apreciar las reformas económicas en España, con una cierta atenuación de su dureza, y cuando algunos indicadores comienzan a ser más o menos promisorios, vienen los Rubalcaba, Méndez y Toxo a pedir un pacto. Otra vez, cabe decirles: ¡A buenas horas, mangas verdes!