Historia

César Vidal

Paraguas de seis reales

La Razón
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Creo que la expresión se la escuche por primera vez a mi abuela en mi infancia. Había gente «más calada que un paraguas de seis reales». En otras palabras, se los veía venir y se los «calaba» como, al parecer, sucedía con un adminículo de tan baja calidad. Lo he recordado al conocer una curiosa historia de espías. Uno de los mejores servicios secretos del mundo –quizá el número 1– decidió recientemente presionar a España para que no colaborara con demasiado entusiasmo con uno de sus aliados. Para alcanzar su objetivo, decidió proceder a la detención de un ciudadano español de visita en su territorio. La idea era atraparlo en la comisión de un delito, arrestarlo y comunicar al gobierno de Rajoy que sería conveniente que no se excedieran en su celo. El problema fundamental de la operación era cómo arrastrar al español al delito. Lo resolvieron con facilidad. Bastó con que colocaran a su alcance un neceser. Los espías extranjeros estaban convencidos de que poner algo ajeno al alcance de las manos de un español se traduciría irremisiblemente en un hurto. Desde luego, hay que reconocer que, en este caso, funcionó. La española no sólo no dejó el recipiente en el lugar donde lo vio, no sólo no lo devolvió sino que procedió a arramblar con lo que había en su interior. Me imagino las sonrisas gatunas de los espías viendo que su intuición no los había engañado. ¡Claro! ¡Esa nación donde no hay un partido político sin graves casos de corrupción, donde la deuda supera al cien por cien del PIB, donde la Agencia tributaria tiene modos y maneras de asaltantes de caminos que concluyen más del cincuenta por ciento de las veces en derrotas judiciales, donde el antiguo presidente de Cataluña constituyó con su familia una estructura propia de la delincuencia organizada (fiscal dixit)... esa nación tiene que ser una nación de ladrones! Si se quiere pescar a alguien, basta con poner a su alcance cualquier baratija: las toallas de los hoteles, el rollo de papel higiénico de los servicios, los folios de la oficina... Por un neceser, hasta pueden matar. Imploro al Altísimo para que el caso de esta compatriota constituya una excepción. Sería, desde luego, dramático que no sólo la nuestra fuera una nación de ladrones, sino que además estuviera más calada que un paraguas de seis reales.