Alfonso Ussía

Pasajes

La Razón
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El domingo, en la bahía del Abra, Guecho, la duquesa de Calabria entregará la Bandera de Combate al comandante de la fragata «Blas de Lezo», el medio hombre, el genial marino y estratega que derrotó a la Armada inglesa en Cartagena de Indias. Don Blas perdió su mano en al asedio naval a Barcelona, en eso que los idiotas llaman la «Guerra de Secesión», cuando fue la de «Sucesión». Felipe V y el Archiduque Carlos, y todos –como siempre ha acontecido–, combatiendo por España. Pero eso está fuera de lugar.

Don Blas de Lezo, que en Colombia se venera y en España apenas se le conoce y respeta, nació en Pasajes, en la guipuzcoana villa marinera que casi oculta su bocana al gran puerto entre San Sebastián y Fuenterrabía. A una milla de la Zurriola, donde el Urumea se entrega a la mar en la playa donostiarra de Gros, se distingue un ofrecimiento estrecho y angosto que lleva a Pasajes. Allí, en una escampavía de la Armada aprendieron a pescar y remar el Príncipe de Asturias y los Infantes Don Jaime, Don Juan y don Gonzalo, con su maestro Laboa, padre del que fuera posteriormente el Nuncio en Panamá en tiempos del narcotraficante «Viruelas».

Hay tres Pasajes, aunque sólo sea uno. El maravilloso Pasajes de San Juan, cuyos remeros compiten con la blusa rosa, y representan al viejo e histórico lugar de Pasajes. Pasajes de San Pedro, los morados, en la costa que dibuja la cercanía de Rentería, y Pasajes Ancho, que es puerto puro y duro, sin ningun interés. Lo más interesante que puede suceder en Pasajes Ancho es que un chicharro muerda en un anzuelo. Pasajes, dicho sea sin menoprecio a los otros, es el de San Juan, cuna de don Blas de Lezo.

En una magnífica diversión literaria de la Guerra Civil, el formidable escritor Francisco Umbral, intentó reírse del General Millán Astray, fundador de la Legión, cojo, manco y tuerto no por su gusto, sino por su heroísmo. No recapacitó, que tampoco por su gusto, sino por su heroísmo, tuvo un antecesor glorioso en sus mutilaciones. El general de la Armada Blas de Lezo, como él, tuerto, manco y cojo, motejado por sus limitaciones valientes, el «Medio Hombre». Hoy no existen en España esos «medio hombres» que tanto nos acomplejan a los que nos consideramos «hombres completos», o sencillamente hombres sencillos.

El Ayuntamiento de Pasajes se opuso a que en su dársena natural y cuna de Blas de Lezo, se produjera la entrega de la Bandera de Combate de la fragata de la Armada que lleva el nombre del más ilustre de los «paixatarras» de la historia de la Armada y de España. Son los de «Bildu» y la «Eta» o «Sortu» o lo que sea, es decir, defensores de asesinos y enemigos de inocentes y de héroes.

Una calcomanía de lo que hoy es España.

En Vizcaya, porque en su lugar elegido de Guipúzcoa, la Fragata que lleva el nombre glorioso, a la altura de Elcano, Oquendo o Churruca, no lo han permitido, recibirá el nuevo buque de la Real Armada Española su bandera de Combate. Y como son aguas, mares de España, la fragata navegará y rendirá honores a Don Blas de Lezo, en Pasajes, porque de otro modo no se rendiría el homenaje justo al héroe vasco, al marino español que entregó por España los sangrados vestigios de su cuerpo.

Don Blas de Lezo, el «medio hombre».