Restringido

Perder el oremus

La Razón
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Hemos perdido el oremus. La expresión tiene su origen en la misa en latín anterior al Concilio Vaticano II y refleja ese momento de estupor que te atenazaba cuando el cura invitaba a la oración y te pillaba pensando en las musarañas e incapaz de cumplir con la liturgia.

Aunque merced a nuestro zarrapastroso sistema de enseñanza ya no hay estudiante capaz de decir de dónde viene la frase, todavía queda gente que entiende su significado: «Perder el juicio, la cordura o la idea de lo que se va a hacer o decir».

Y en mi opinión, eso es lo que ha pasado en España. Hay muchos ejemplos y el primero que me viene a la mente es el de las «tarjetas black». Hace unos días, la Fiscalía Anticorrupción solicitó cuatro años de cárcel para Rodrigo Rato y seis años para Miguel Blesa, su predecesor en la presidencia de Caja Madrid, por el uso y la gestión de las dichosas tarjetas opacas.

En su escrito, la Fiscalía acusa a los dos citados y a otros 64 personajes de apropiación indebida. La reacción social ha sido inmediata y oscila entre el entusiasmo de algunos políticos, al aplauso de bastantes periodistas, que hablan de «castigo necesario» o «pena ejemplarizante».

Quizá me hubiera callado si dos días después no me hubiera enterado de que la Audiencia Nacional investiga a Gustavo de Arístegui y Pedro Gómez de la Serna y que Anticorrupción ve en el supuesto cobro de comisiones del embajador y el diputado indicios de varios delitos, incluido el de «organización criminal» por el que les pueden solicitar hasta 8 años de cárcel.

No sé si es el oremus o que nos hemos agilipollado irremediablemente, porque en este país y de acuerdo con el artículo 142 del Código Penal todo lo que se puede sancionar a quien matase a otro de forma imprudente, va del año a los cuatro años de prisión.

Y si el homicidio es doloso y lo apiola con toda intención, lo que le suelen pedir son de diez a quince años en la trena.

En otras palabras, que si un facineroso lanza una botella al alto en la discoteca y desnuca fatalmente a tu hijo pequeño, ni pisa la celda. Pero al caradura que se agenció una cartera de cuero en Loewe, fue a Victoria’s Secret a comprar lencería picante para una amiguita o se ponía morado de cocochas en los restaurantes con dinero de la Caja, lo enchironan por lo menos un par de años o más.

¡Amén!