Pilar Ferrer
Pierde el apoyo de su Gobierno por la sumisión a Junqueras
Es el único político que actúa en contra suya a favor del adversario, con total sumisión a Esquerra Republicana y la CUP. Así definen la conducta de Artur Mas sectores de Convergencia Democrática de Cataluña, donde empieza a surgir un movimiento de voces críticas. Aunque estos dirigentes no se atreven todavía a un pronunciamiento público, en privado lamentan profundamente la situación del partido y tienen palabras muy duras para el presidente de la Generalitat: «Con su entrega al bloque soberanista pervierte la democracia parlamentaria en favor de un régimen asambleario», aseguran. La preocupación es grande, máxime tras la decisión del Tribunal Constitucional de paralizar la consulta, algo que Mas ha decidido ignorar por las presiones de ERC, la CUP y las plataformas independentistas, en un desafío sin precedentes y de imprevisibles consecuencias.
En estos círculos se integran veteranos dirigentes de CDC, incluso algunos de ellos fueron miembros de los gobiernos de Jordi Pujol en su época dorada. Todos observan con enorme tristeza la actual situación y coinciden en el análisis: Artur Mas ya no tiene salida y lo único que hace es ganar tiempo. Sabedor de que el referéndum no se puede celebrar porque es ilegal, sucumbe cada día en manos de ERC. En este sentido, opinan que las reuniones con el bloque soberanista «son pura ficción». Una puesta en escena para no irritar a Oriol Junqueras, auténtico dueño de la película, mientras Convergencia se desangra y pierde votos de modo alarmante. «Mas es una especie de tonto útil, en contra de sus intereses y regalando todo a los demás», afirma un buen conocedor de los entresijos convergentes. En este camino de alargar la farsa, una cosa es lo que se dice y otra muy distinta, lo que se piensa. La imagen de unidad es «un paripé», en palabras de los mismos dirigentes. Artur Mas sabe que el referéndum es imposible y muchos en Convergencia están bastante hartos de su entrega a Esquerra y los partidos independentistas. «Se está cargando la democracia a favor de una república popular y antisistema», insisten. Las tensiones dentro del Gobierno de La Generalitat y la Federación nacionalista van en aumento. Ello se puso de relieve en la última reunión del Govern, donde se produjo una fuerte división entre los consejeros. El núcleo duro, integrado por Francesc Homs, Germá Gordó e Irene Rigau, partidarios de la insumisión. Y los más moderados de Unió, Joana Ortega y Ramón Espadaler. También se alineó en este grupo el conseller de Economía, Andreu Mas-Collel, quien advirtió de los riesgos financieros que se avecinan con este pulso al Estado. Según estas fuentes, en un primer momento, y tras los recursos del Gobierno ante el TC, Artur Mas planteó la suspensión de toda la actividad proconsulta, lo que enojó fuertemente a Oriol Junqueras. Esa misma tarde, ambos mantuvieron una agitada reunión en el Palau, muy subida de tono. «Junqueras le puso morros y Mas claudicó», afirma un alto cargo de la Generalitat. Acorralado por Esquerra y la CUP, en lugar de mantener la legalidad, convocó a los partidos soberanistas, provocó una reunión interminable y escenificó una imagen unitaria patética. «Nadie se lo cree y nadie lo entiende», opinan dirigentes de CiU, que juzgan la conducta del presidente fuera de toda lógica política. «Ha entrado en una espiral peligrosa, como un hombre lleno de soberbia ante Madrid, que desea trascender a la historia», dicen quienes han hablado con él en los últimos días.
Dentro de la Federación nacionalista, donde también Unió Democrática celebra este fin de semana un importante consejo político, las tensiones crecen. Algunos llegan al siguiente diagnóstico: «Mas ya ha dimitido y pasado todo el poder a la calle». El augurio es tremendo, porque los partidos independentistas y la Asamblea Nacional de Cataluña buscan agitar a la ciudadanía. «Lo que haga Artur Mas ya es irrelevante, la fuerza está ahora en las masas», opinan en el seno de CiU. En este sentido, la estrategia de la ANC es excitar movimientos callejeros similares al 15-M, con acampadas de estudiantes y otros colectivos, como la producida en la plaza de Cataluña. Ello ha provocado un duro enfrentamiento entre el conseller de Interior, Ramón Espadaler, y el alcalde de Barcelona, Xavier Trias, partidario de «abrir» la ciudad a este tipo de agitadores.
La foto de unidad del bloque soberanista «es una función teatral que sólo beneficia a ERC», reiteran los críticos convergentes, para quienes resulta incomprensible la sumisión de Mas, justo el día en que las encuestas otorgan una clara victoria a los republicanos y un demoledor resultado a Convergencia. Por ello, a Esquerra no le interesan ahora unas elecciones, y mucho menos en una lista única con CiU. Los planes de Oriol Junqueras pasan por forzar la máquina al máximo y retirar su apoyo a Mas cuando le convenga. Nadie se atreve a pronosticar cuándo, pero todo indica que tras el 9-N el escenario será distinto y Artur Mas se verá obligado a unas elecciones plebiscitarias que provocarían la ruptura de la Federación con la salida del partido socialcristiano de Duran Lleida.
Así las cosas, el horizonte hasta el 9-N es tenebroso: agitar la calle y, una batalla de recursos legales. El «cerebro» jurídico de la Generalitat, Carles Vives Pi-Sunyer, que fue magistrado del TC y hoy fervoroso independentista como presidente del llamado Consejo para la Transición Nacional, ha diseñado una triquiñuela jurídica en el Decreto para la Comisión de Control de la consulta. Publicado en el Diario Oficial de La Generalitat, no incluye explícitamente la fecha de su entrada en vigor y se limita a señalar que se hace «a los efectos de la vigencia correspondiente». Según algunos juristas, sin determinación específica del día de entrada en vigor puede evitarse la desobediencia, una de las bases del recurso del Gobierno de Mariano Rajoy ante el Tribunal Constitucional. En definitiva, una nueva treta para ganar tiempo. La misma que Mas ha trasladado a los alcaldes que recibió en el Palau, y en cuyos ayuntamientos se aprobarán mociones a favor del referéndum. Según los juristas proconsulta, una autoridad pública que decide en aras de su cargo queda eximida de desobediencia. Otro disparate, que enreda todavía más el panorama. Precisamente esta «rebelión municipal» es una de las consignas de la ANC y Omniun Cultural, las organizaciones independentistas a las que Artur Mas ha financiado, alentado y apoyado. «Dejó crecer el monstruo y ahora a ver quién lo embrida», se lamentan los críticos de Convergencia.
La suerte está echada y el camino hacia el 9-N se aventura lleno de tensión y movilizaciones callejeras. El ambiguo acuerdo del bloque soberanista demuestra el deseo de ganar tiempo y que la ficción continúe. Inmolado en su obstinación y rehén absoluto de Esquerra Republicana, Artur Mas pasará a la historia como un líder inmaduro que, incompresiblemente, actuó en contra de sus propios intereses. Veteranos dirigentes de la federación nacionalista lo ven claro: «Por el camino rompe CiU y rompe Cataluña». No hay peor ni más triste balance para un político.
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