Alfredo Semprún

Planes de batalla

Siempre han estado ahí. Una veces se cubren bajo la máscara de la antiglobalización; otras, en las reivindicaciones sociales. Pero son los mismos individuos de la izquierda antisistema que hemos vistos actuar con grave violencia por las ciudades de Europa. Los que toman las Ramblas de Barcelona y destrozan locales «capitalistas», los que incendian contenedores en el centro de Madrid, los mismos que, con la excusa de la cumbre del G-8, arrasaron Génova en julio de 2001. Los de Niza, los de Estocolmo, los de Vancouver... Años de presión policial y judicial han conseguido reducirlos a su mínima expresión. Ya son historia las expediciones internacionalistas que caían como una plaga sobre el objetivo, pero aún siguen ahí. Hoy intentarán sembrar el caos en las proximidades del Congreso de los Diputados. Su intención declarada, derrocar al Gobierno y disolución de las Cortes, cuadra con el mesianismo radical y antidemocrático de su ideario anarquistoide. Están condenados al fracaso, pero no les importa porque su estrategia es otra: la simple desestabilización. Las consignas cuadran con lo ya sabido: la legitimación de la violencia. Y dan instrucciones, enseñan el método y divulgan las armas con las que cumplirlo. No serán muchos. Los otros habituales de la protesta callejera, ligados al 15-M, les conocen igual de bien. Ya han advertido a sus seguidores de que nada tienen que ver con esos grupos de guerrilla urbana. Hoy, estarán, pues, solos, pero no dejan de ser peligrosos.