Alfonso Ussía

Por esta veza

La Razón
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Después de dos agotadores meses de trabajo y un descanso en una humilde choza de Zahara de los Atunes, la presumible alcaldesa de Madrid ha volado hasta Buenos Aires para ocupar toda una semana en la promoción de su interesante libro que no voy a leer. El título es alentador y advierte del encanto de su contenido. «Por qué las cosas pueden ser diferentes. Reflexiones de una jueza». He caído en alguna ocasión en el error de escribir «jueza» en lugar de «la juez», que es lo correcto. Está admitido lo de «jueza» por la Real Academia Española, pero suena mal. Y no por esta veza. No es voz para un título. No transcurre en la carátula con la fluideza necesaria. Es un título más duro que una cáscara de nueza. Se nota que, como escritora, a la señora Carmena le falta madureza, porque lo de la «jueza» es una ridiculeza. Y no es cuestión de vejeza, ni de falsa sencilleza. Simplemente, es una dejación de brillanteza que muestra la desnudeza intelectual de su pequeñeza literaria. Pero abre ventanas semánticas. A partir de ahora, si un varón solicita una copa de jerez, la mujer tendrá sobrados derechos de pedir una copa de jereza. Los naturales de Aranjuez serán todos del sexo masculino, y de ser del femenino el Real Sitio en el que tan malamente lo pasó Godoy, será denominado Aranjueza. Por esta veza vamos a dejar que la presumible alcaldesa vacacional de Madrid disfrute en Buenos Aires, esa maravillosa ciudad de la que André Malraux dijo que es la capital de un imperio que no existió jamás.

¿Por qué una semana en Buenos Aires y no en Lima, Quito, Bogotá o Caracas? Sencilla respuesta. La editorial de la agotada munícipe populista es argentina. Su propietario Hugo Sigman es uno de los diez hombres más ricos de Argentina, y la esposa de éste, Silvia Gold –como su apellido indica–, es la filántropa encargada de administrar el oro de su empresa editora. ¿Por qué no ha interesado a las empresas editoriales de España el interesante libro que no voy a leer «Por qué las cosas pueden ser diferentes. Reflexiones de una jueza»? Sin duda alguna, porque es un tostón, y los editores españoles no son filántropos. Una agradable excusa para disfrutar durante una semana de la ciudad de Buenos Aires, ya en puertas de la primavera austral. Si además, tiene el honor y la oportunidad de ser recibida por Cristina Fernández de Kirchner, la viuda del amado «Pingüino», el viaje está plenamente justificado. Los libreros en España están deseosos de que la importación se culmine y puedan exhibir en sus estanterías el libro de marras. El primero se lo dedicará a su esposo, el arquitecto que no paga a sus empleados. El segundo a su sobrino, que lo colocará en la estantería de uno cualquiera de sus despachos, el tercero para Rita Maestre, el cuarto para «Guille» Zapata y el quinto para Carmona, el ardiente titán socialista. Para colmo de bienes, también se mueve por Buenos Aires Íñigo Errejón, que ha volado hasta allí para intervenir en una Universidad, que es sabido el dominio que tiene Errejón del funcionamiento de las becas universitarias, y ha viajado hasta Buenos Aires para enseñar sus benéficos trucos a los argentinos.

Buenos Aires es una gran ciudad. Los descendientes de italianos presumen de ella, pero se habla en español, tiene la pretensión de parecerse a París y a los argentinos les encantaría que estuviera en Inglaterra, a pesar de la efímera y contundente guerra de las Malvinas. Buenos Aires, como sucede con Nueva York en los Estados Unidos, no es una ciudad argentina, sino internacional, una mezcla de estilos y culturas. En una calle se siente uno en Madrid, en otra en Milán, en algún tejado en París y jamás en Londres. Pero es una urbe prodigiosa que ha superado la presencia de Cristina Fernández sin mostrarse afligida. Después de dos semanas en Zahara de los Atunes, Buenos Aires es la ciudad más recomendable para descansar de Zahara. Está por ver qué destino elige la presumible alcaldesa para descansar de Buenos Aires, con tanta presentación, entrevistas, firmas y audiencias comprimidas en una sola semana. Si doña Manuela aceptara mis consejos, le recomendaría que para descansar de Buenos Aires se instalara una semana más en las islas Seychelles, donde su libro se está leyendo con gran éxito de público y crítica.

El desliz de las «Reflexiones de una jueza», lo perdonamos por esta veza. Eso sí, me permito intuir que el libro de doña Manuela es una pesadeza de las gordas. Y solicito perdón por ello.