Presidencia del Gobierno
Problema de confianza
Las elecciones generales de junio de 1977 se vivieron con la emoción propia de un momento histórico. Desde 1936 no se habían celebrado unas elecciones libres y eran una incógnita por varias razones: no se sabía qué participación iba a tener el pueblo español, tampoco cómo se desenvolverían los responsables políticos en el nuevo sistema democrático, puesto que la mayoría no había conocido democracia alguna y también por otras cuestiones, aparentemente de menor importancia, pero que marcarían el devenir de nuestra moderna democracia.
Entre estas cuestiones estaban, por ejemplo, quién ostentaría los liderazgos respectivos en la derecha y en la izquierda. Por la derecha lo disputaron la Alianza Popular del Sr. Manuel Fraga y la UCD del Sr. Adolfo Suárez, y por la izquierda la gran pugna tuvo lugar entre el PCE del Sr. Santiago Carrillo y el PSOE del Sr. Felipe González.
El vencedor de las elecciones fue la UCD con 165 diputados, mientras que los españoles dirimieron que el liderazgo de la izquierda lo ostentaba el PSOE con 118 diputados frente a los 20 que obtuvo el Partido Comunista. La moderación se impuso.
Lo que hoy parece algo irrefutable fue controvertido en su momento dado que el PCE gozaba de gran fortaleza como organización política, resultado de los años de oposición a la dictadura y el apoyo económico de los antiguos países del Este, cuestiones a las que se sumaba el escaso desarrollo organizativo que había logrado el PSOE.
Finalmente los españoles de izquierdas tuvieron que decidir entre ser la Alemania socialdemócrata o la URSS comunista y el PSOE tuvo un resultado que nunca llegó a digerir la organización comunista. La principal consecuencia fue la desmembración del PCE, a partir de diversas convulsiones internas, la «crisis de Lertxundi» en Euskadi, la de los renovadores de la Sra. Cristina Almeida en Madrid y, cómo no, la disolución del PSUC en Cataluña.
Desde entonces, el PSOE ha sido durante muchos años o gobierno o alternativa de gobierno, sin nadie más próximo en el horizonte.
Si comparamos los 85 diputados actuales con aquellos 118 de 1977 nos hacemos una idea aproximada de los problemas que a día de hoy debe resolver el Partido Socialista.
Hemos conocido en los últimos días que existen conversaciones con Podemos, lo ha reconocido la dirección socialista después de haberlo dicho en público el Sr. Pablo Iglesias y en privado el Sr. Íñigo Errejón.
Transparencia y confianza son inversamente proporcionales. Se exigen mayores niveles de transparencia cuando hay un déficit de confianza. Así, por ejemplo, la demanda de transparencia en las instituciones ha venido de la mano del conocimiento de los graves problemas de corrupción que han quebrado la confianza de los ciudadanos.
Cuando la confianza se ha roto es muy difícil de restañar y la única manera de mantener la convivencia es no ocultando información. El PSOE ha reducido hasta niveles mínimos la confianza en su candidato. Las razones estriban en sus malos resultados electorales y en la mala gestión postelectoral que hizo después del 20-D y está haciendo en este momento. Fue un error que se pagó en las urnas intentar una investidura, la primera y única fracasada en democracia y sería un error repetir eso en este momento.
Si se producen conversaciones con Podemos y la dirección socialista las oculta, la desconfianza crece exponencialmente y no es extravagante que muchos dirigentes puedan pensar que la cúpula acaricia la posibilidad de una alternativa a la investidura del Sr. Rajoy.
A estas alturas, con el desgaste y el rechazo electoral que ha sufrido el Sr. Pedro Sánchez, se convertiría en víctima de sí mismo si se dejase llevar por su instinto básico de supervivencia en su responsabilidad al frente del Partido Socialista.
En 1977, el PCE no pudo ser hegemónico en la izquierda, en 2016 Podemos estuvo a punto de alcanzar al PSOE, pero tampoco lo consiguió a pesar de que estuvo cerca. Desde luego mucho más cerca que en las primeras elecciones democráticas.
Los dirigentes socialistas no permitirán un nuevo dislate. Ahora bien, si no cambian más pronto que tarde al comandante que pilota la nave, el PSOE puede terminar siendo vencido por Podemos o por cualquier otro, y eso ya será una responsabilidad colectiva de todos, por acción o por omisión.
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