El desafío independentista
Puigdemont se hace un «Qué me dices!»
Puigdemont salta cada día, como su propia cabeza, de una sección a otra de los periódicos. De las de Política, a las de Sociedad por su adoctrinamiento, en Economía por la caída del turismo y la fuga de empresas, y en Televisión, debido a cómo lo tratan en TV3. Lo que faltaba al personaje del año, que vende merchandising para costear su viva la vida en Bruselas, es aparecer en las páginas del corazón. En el PDeCAT están hasta el gorro de Papa Noel, de que a espaldas del partido haga y deshaga estrategias como una moderna Penélope cuando se le creía Odiseo, y hace circular el rumor de que entre el ex president y su jefa de campaña, Elsa Artadi, hay algo más que una bonita amistad, que diría el genial Jesús Mariñas, sin saber qué significa exactamente esa aseveración. Ya saben lo fácil que resulta que un misterio se propague hasta encontrar acomodo en cerebros ávidos de jeroglíficos. Y bien lo sabe el propio Puigdemont, el rey de las noticias falsas. Así, entre cotilleos, deambula también el «procés» descarrilado. Al escribidor le importa un pito que la información sea auténtica o no, y, en caso de que lo fuera, le importaría aún menos lo que es su vida privada, que él retransmite sin embargo como si viviera en la casa de «Gran Hermano». Lo relevante del asunto es cómo ya se emplean hasta susurros del cuore para hacerse con lo que quede del poder independentista tras el 21-D. Los asuntos de pareja bien valen para apuntalar instituciones, demostrado en el compromiso de Harry de Inglaterra con Meghan Markle, como para destrozar reputaciones, o destilar envidias, que es lo que sentirán los miembros de la antigua Convergencia hacia la mujer que sabe lo que realmente piensa su jefe y que ha saltado sobre los que se creían llamados a dirigir los restos del naufragio ahogando al náufrago de Bélgica. La cartelería copiada de la de Podemos ha puesto a Artadi en la parrilla de salida de un partido que aún no sabe en qué se convertirá después de presentarse agazapado como un fantasma que gasta más sábana que su candidato. La batalla entre el cíclope que hoy podría quedar en libertad y el payasete que planea hacer campaña con un holograma será una carnicería en la que perecerán soldados valiosos y arribistas que saben nadar y guardar la ropa como Anna Tarrés, ex seleccionadora de la selección española de natación sincronizada y sobre la que también circularon más que rumores sobre el trato que dispensaba a sus alumnas. El «procés» es ya como uno de esos amigos que provocan cariñosa vergüenza cuando salen a bailar. No hay sintonía. Mientras tanto, la mujer del ex president, Marcela Topor, que, según las investigaciones policiales ayudó a fugarse a su marido en su coche antes de que un todoterreno lo condujera a la frontera francesa, se convierte en otra víctima colateral. Da igual que sea cierto o no, lo mejor que han aprendido los secesionistas es que funcione.
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