Manuel Coma

¿Quién perdió Irak?

Lo nunca visto. Una banda de terroristas contra un país. El objetivo del Estado Islámico de Irak y el Levante, ese retoño desgajado de Al Qaida por su costado más radical, es crear un «emirato» con partes de Siria e Irak. Se suele traducir por «principado». Pretende ser un espacio político relativamente modesto, con organización de Estado independiente, concebido como una primera etapa hace algo mucho más amplio, un califato, que podríamos traducir por imperio, que unifique una buena porción de estados actuales poblados por fieles musulmanes e, idealmente, en la siguiente etapa, a toda la umma o comunidad islámica, incluyendo todas las tierras que alguna vez pertenecieron a la fe, entre las cuales nunca olvidan citar Al Andalus, que sería su extremo occidental. Desde esa mucho más amplia base, se partiría hacia la definitiva conquista del resto del mundo, la «coranización» total de la humanidad.

Ése es, ni más ni menos, el objetivo. No es esencialmente distinto del de otros yihadistas, pero parecen tener más prisa, más decisión y todavía menos escrúpulos en el uso de la violencia. Esa misma brutalidad suscita entusiasmos y es un formidable banderín de enganche. Es la organización de su credo que más adeptos dispuestos a todo recluta y por tanto la que más deprisa crece.

Su formidable avance a lo largo del mes de junio, mientras mantiene e incluso sigue ampliando su territorio en Siria, lo ha logrado con unos efectivos totales, en ambos países, que no llegan a los 10.000 hombres. Con todo lo requisado en Mosul, han incrementado drásticamente sus recursos militares y financieros. Están ya a las puertas de Bagdad. El ejército nacional arrollado por su arremetida trata de rehacerse a base de milicianos voluntarios chiíes. Ha obtenido algunos pequeños éxitos al norte de Bagdad, con ayuda de los bombardeos de los aviones americanos teledirigidos, pero no lo suficiente para detener a los atacantes, que parecen dispuestos a asaltar la capital o algunas partes de ésta, y al mismo tiempo rebasarla para amenazar Karbala y Najaf, las dos más importantes ciudades santas de todo el chiísmo y no sólo de Irak. Irán, por supuesto, está apoyando con lo que puede a sus correligionarios, pero si la situación empeora, no se podría descartar algo muy parecido a una auténtica invasión militar.

Todo ello conmociona hasta sus raíces la totalidad de Oriente Medio, lo que a su vez causa estremecimiento en Washington, donde arrecia la polémica sobre «¿quién perdió Irak?» y las acusaciones contra Obama, que hasta dentro de su partido son cada vez más explícitas. Atrapado en su pacifismo, sólo ha propuesto enviar 300 consejeros para que hagan lo que 130.000 uniformados casi habían conseguido, cuando él decidió no dejar ni uno. Amén de los citados «drones», los aviones no tripulados, su arma antiterrorista predilecta, porque no pone en riesgo a sus pilotos.

Mientras tanto sigue la batalla política en Bagdad. El único punto de acuerdo dentro y fuera del país es que Maliki debe irse, con una importante excepción, Maliki.