Ely del Valle
Razones para la desconfianza
Nadie hace nada por nada y ETA y su entorno no son una excepción. Tras el comunicado del colectivo de presos, con el que se dan por justificados, llega ahora lo que consideran recolecta de beneficios: peticiones de traslados que se harán no por iniciativa personal, sino como parte de una estrategia colectiva en la que de nuevo se observa la obediencia del entorno terrorista al mapa de ruta trazado por sus cabecillas.
Lo que realmente hace sospechosa a ETA, además de su renuncia a entregar las armas, es la existencia misma de una cúpula que continúa marcando el paso y que es en sí misma la prueba palpable de que no hay disolución que valga. Si hay jefes y hay tropa, hay entramado. El próximo sábado, los etarras excarcelados gracias a la derogación de la «doctrina Parot» tienen previsto organizar bajo el paraguas del EPPK un acto de homenaje a sus camaradas que todavía siguen en prisión. Es obvio que ni todos los que han salido se han arrepentido, ni los que están dentro han hecho otro acto de contrición que no sea decir amén a la retórica de un comunicado que, diga lo que diga Urkullu, no parece dar más pasos que los del auto beneficio a cambio de asumir lo que no tienen más remedio.
En el acto, si llega a celebrarse, se volverán a escuchar palabras como represión, lucha política, goras a verdugos con las manos manchadas de sangre y reivindicaciones que no tienen cabida en un Estado democrático. Será una nueva demostración de que donde hubo, hay, y de que la poda del árbol no garantiza la desaparición de sus raíces. Que quienes aseguran que están dispuestos a cambiar sujeten al mismo tiempo la orgullosa corona del César sobre la cabeza de quienes todavía no han saldado su deuda con la sociedad es, cuando menos, inquietante.
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