Paloma Pedrero

Redes sociales

Estoy en Facebook y en Twiter. Al Face le dedico bastante tiempo, quizá demasiado, pero para mí tiene muchas amabilidades. La primera es la de comunicar con un número importante de personas mis aconteceres profesionales. Mis “amigos”, mayoría de virtuales, bastantes reales, pueden leerme, saber dónde ponen mis obras, darme su opinión directa, o conocerme algo más personalmente. A mi no me importa en absoluto que, por ejemplo, sepan que adoro a los animales o que tengo una adolescente preciosa que me pone ciertos comentarios comprometidos. Soy simple, me gusta mucho que me pongan muchos “me gusta”, que compartan mis cosas y que diserten sobre mis artículos o pensamientos. Normalmente, la gente es amable y no suele hacer crítica cruel. Cuando no le gusta algo lo torea, cuando sí, lo apunta. Si le molesta demasiado lo expone. Tengo amigos de todas las tendencias éticas y estéticas, y me encanta saber lo que piensan los diferentes a mi pensar. A veces, por cosas de espectros cibernéticos, se me cuelan algunos impresentables. Personas agresivas que ponen fotos o escriben burradas para mí impropias. Pues bien, cuando los cazo más de una vez en eso, voy a “eliminar” y salen de mi muro. Al menos yo evito soportarlos. Las redes sociales han entrado en nuestras vidas de forma contundente y apresurada y todavía estamos aprendiendo a utilizarlas. Creo que sí, que sin tardar, hay que hacer leyes que protejan la intimidad y los derechos intelectuales de los autores. No podemos, amparados por la sensación de impunidad, colgar o decir lo que ciertos trastornos, venganzas o violencias nos demanden. Hay que utilizar las redes para lo bueno y eliminar de nuestros muros lo chungo, lo feo, lo de mal rollo; que todo se contagia. Hasta la hermosura.