Francisco Marhuenda

Reducir el gasto y bajar impuestos

Uno de los errores que ha cometido España en las últimas décadas ha sido vivir por encima de sus posibilidades. En cierta forma me recuerda la actitud del nuevo rico que necesita mostrar su nuevo estatus y lo hace con una ostentación irritante. Es cierto que no todo se ha hecho mal. No hay más que recordar las profundas reformas e inversiones en infraestructuras que se hicieron entre 1996 y 2004, pero también es bueno observar que las administraciones han tenido un crecimiento espectacular desde que se aprobó la Constitución en 1978. El endeudamiento sostenible que genera riqueza es positivo, pero no siempre ha sido así. El crecimiento de nuestra economía permitió que aumentaran los ingresos públicos y, por tanto, se entró en una espiral inversora tan desordenada como desbocada. Las consecuencias han sido demoledoras, porque ahora nos encontramos con una fuerte caída de ingresos y un aumento del coste de la deuda y de las prestaciones por desempleo. El control del déficit público y las políticas reformistas no son un capricho de Rajoy, sino una necesidad para salir de la crisis económica. Es una hoja de ruta que está dando resultados. En el comienzo de esta legislatura, la gravedad de la situación hizo que fuera necesario subir algunos impuestos. Es algo que entraba en contradicción con el programa electoral del PP y, sobre todo, con lo que ha sido una trayectoria clara de este partido, que siempre ha defendido la necesidad de bajarlos.

Hay que pagar impuestos, pero sobre todo conseguir que pague todo el mundo. El nivel de fraude que existe en España es escandaloso. No puede ser que la economía sumergida tenga un peso tan enorme. Es cierto que siempre se dice que es una prioridad, pero es sorprendente que los años pasen y su porcentaje siempre supere el 20 por ciento del PIB. Es un problema endémico, pero a la vez incomprensible. El Gobierno ha insistido en el carácter coyuntural de la subida de impuestos, pero no se trata de volver a los niveles de 2011, sino de emprender un proceso que conduzca a una mayor reducción. Una vez se aseguren los elementos fundamentales del Estado del Bienestar, es necesario que la reducción de las estructuras administrativas sea muy profunda. Es cierto que se necesita un tiempo, pero no puede ser eterno. Hay que rediseñar las administraciones públicas para que sean más eficaces, ligeras y rentables. Esto conduce a que la economía productiva disponga de mayores recursos y se entre en una espiral en un sentido contrario al que nos hemos encontrado tradicionalmente. Por ello, son importantes las bajadas de impuestos. Un amigo me decía que no le importa soportar una fuerte carga en las circunstancias actuales, pero que realmente sirva para algo. Coincidimos en que hay que bajar los impuestos, pero es evidente que no había otra salida a corto plazo. La recuperación será la gran oportunidad para cambiar.