Ely del Valle
Reforma necesaria
El Gobierno ha decidido por fin acometer la reforma de la administración local que debería haberse hecho hace mucho tiempo, o mejor, que no tendría que haberse hecho nunca si durante los años en que nos creíamos que las ubres que nos amamantaban era inagotables, se hubiera puesto un poco de orden. Ahora que, como en el sueño del faraón, nos hemos enterado de que también existen las vacas flacas, llega la sensatez de la que hemos carecido, por lo visto, durante treinta años.
Durante ese tiempo, ayuntamientos, comunidades autónomas y diputaciones han tirado de sus arcas para cubrir necesidades que no eran de su responsabilidad; unos porque tenían dinero de sobra; otros, porque los ciudadanos, que somos mucho de pedir, lo exigíamos; algunos porque el estamento que debería ocuparse de ellas se ha llamado a andanas, y otros más porque la autoridad de turno quedaba como un pachá dando más de lo que se le reclamaba y eso, al final, se traducía en votos. El resultado ha sido un entramado demencial de organismos duplicados, competencias solapadas, nóminas que se reproducen a la velocidad del virus del ébola y servicios que son de todos cuando funcionan bien y de nadie cuando no marchan.
La reforma del Gobierno está enfocada a organizar el caos reinante: ayuntamientos y comunidades recibirán un manual de competencias y la financiación suficiente para cubrirlas, y las diputaciones podrán coordinar los servicios esenciales de los pequeños municipios. Perfecto. La pregunta es por qué todo esto no se ha hecho antes y porqué los anteriores gobiernos han permitido semejante despropósito. Si como dice el ministro de Hacienda, con la reforma se van a ahorrar 8 mil millones de euros en tres años, calculen ustedes lo mucho que se podría hacer ahora con los 80 mil millones que, por lo visto, se han despilfarrado en el desmadre de los últimos treinta años.
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