Lucha contra ETA
Sábado de Pasión
Ni olvido ni perdón. Vivimos tiempos de flacidez en los que los mismos que promueven en el Congreso y desde la televisión el ajuste de cuentas por una Guerra Civil de hace 80 años, hacen pringosas llamadas a «pasar página» sobre los crímenes perpetrados por ETA anteayer. Ni siquiera nos ponemos de acuerdo sobre el número de asesinados. Sabemos que el último fue el 16 de marzo de 2010, en territorio francés, y que de los 858 que les atribuye la contabilidad oficial, a 802 los acribillaron después de morir Franco. Al bochorno de Bayona sólo le ha faltado una suelta de palomas blancas. Quizá también un álbum con orla, fechas y fotos de todos los verdugos. Yo he echado en falta un mapa de las sepulturas de las víctimas, incluyendo la de esos tres chavales gallegos, torturados hasta la muerte y desparecidos desde 1973. Estuvo presente en el paripé el PNV, ese que sirve para aprobar presupuestos en Madrid, a pesar de llevar 58 años –los transcurridos desde que comenzó la tragedia– sin brújula moral. También se prestaron a la pamema los acomplejados socialistas vascos, que en esta ocasión han llegado a la ignominia de abrazarse para la foto con el facineroso Otegi. No voy a hablar de esos caraduras que se presentan como «verificadores», pero creo que merece la pena pararse ante los que repiten, con buena intención y nulo criterio, que ETA ha sido derrotada por la democracia. Seamos serios: quien ha acabado con los etarras como banda criminal no ha sido la «sociedad civil» sino la Guardia Civil. Entre otras razones, porque buena parte de la primera y en concreto la que reside en el País Vasco y amplias zonas de Navarra, comulga con los criminales, respalda sus tesis, aplaude sus fechorías y reivindica su espanto. Están moralmente enfermos, como Podemos, la tercera fuerza del Parlamento, cuyos dirigentes promueven acabar con la apología del terrorismo y siguen pensando que la banda y sus atentados tuvieron «efectos positivos». Un sector significativo de la izquierda y sus aledaños separatistas no sólo están dispuestos a pactar con los herederos de los matarifes, sino que consideran perturbador y censurable el deseo de Justicia que de vez en cuando, cada vez con menos voz, formulan las víctimas. Y nosotros, los que creemos que derrotar a ETA exigía antes acción policial inclemente y demanda ahora desarticular con meticulosidad su perverso relato, tenemos el sagrado deber de no ceder un palmo. Para poder mirarnos al espejo y no sentir asco.
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