Irene Villa
Se hace difícil...
Además de desear una muy feliz Navidad a todos, que nunca perdamos la ilusión y que el espíritu de paz y amor que inunda estos días, nos invada durante el resto de los meses del año por igual, es inevitable acordarnos de los que ya no están con nosotros, aunque su luz nos siga guiando desde allá donde estén. Se hace muy difícil sobrellevar, en unas fechas tan familiares, la desgracia de pasarlas sin algunos de ellos. Sobre todo cuando se han marchado antes de tiempo por decisión de alguien que ni siquiera les conocía, pero que decidió utilizar su cuerpo y vida para negociar unos intereses políticos que a las personas exterminadas ni les iban, ni les venían.
Es inevitable acordarnos de los cientos y cientos de asesinados en nombre del odio y de los deseos secesionistas de quienes tuvieron nuestra libertad secuestrada durante, se dice pronto, cinco décadas de nuestra historia más reciente. Y resulta también difícil pasar página –olvidar, no vamos a olvidar nunca– cuando siguen saliendo homicidas de la cárcel antes de tiempo, beneficiados por la acumulación de condenas que están llevando a cabo algunas secciones de la Audiencia Nacional.
También se hace muy difícil comprender que haya personas obsesionadas con borrar todos esos crímenes que no interesan, y se empeñan en retirar, por ejemplo, la placa que el Colectivo de Víctimas del Terrorismo en el País Vasco (Covite) colocó en plena parte vieja de San Sebastián en recuerdo de Miguel Paredes y Elena Moreno, asesinados por ETA. Pero que quede claro que no nos vamos a rendir.
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