Sin Perdón

El heroico Sánchez contra los nuevos bárbaros

«La idea de «conmigo o contra mí» es la teoría reduccionista del sanchismo que le conduce a comportamientos autoritarios que son impropios de una democracia»

No se le puede negar a Sánchez un fascinante carácter camaleónico que le permite construir sucesivos relatos basados en la propaganda y los constantes cambios de opinión. Ahora se dispone a combatir a la internacional ultraderechista que amenaza a Europa. Son los nuevos bárbaros que se acercan a nuestras fronteras dispuestos a derribar el paraíso del progresismo para implantar un modelo decadente y regresivo de los derechos y las libertades. En el periodo final del Imperio Romano de Occidente, el general Flavio Aecio dirigió la defensa contra esos pueblos que pretendían conquistar los territorios que ocupaba una Roma decadente. Al igual que Sánchez, sus predecesores fueron jefes militares mediocres, como sucede en España o en la socialdemocracia europea. Aecio fue uno de los militares más brillantes de la historia romana, pero fue asesinado por el propio emperador Valentiniano. No hay nada peor que la ingratitud y los celos. No creo que si hubiera seguido vivo hubiera podido cambiar la lenta agonía de un Imperio cuya decadencia era irreversible. Se le conoció como el «último de los romanos» y mientras vivió fue el principal soporte del Imperio. Nuestro Sánchez es el último de los progresistas y se siente impulsado por esa misión histórica de parar al peligroso Leviatán derechista.

La realidad es que no tenemos la suerte de que sea Aecio, que era un gran estadista y militar, sino que nos ha tocado en suerte un político cortoplacista que adora los bulos. Lo más importante es que no existe una peligrosa internacional ultraderechista que ponga en peligro la Unión Europea. Es otra de las falsedades que promueve el sanchismo con el habitual y fervoroso apoyo de su aparato mediático y propagandístico. La única internacional que existe y es muy peligrosa para la democracia y la convivencia es la comunista que viene de la mano de la izquierda populista iberoamericana. No voy a negar la efectividad de los mensajes y el relato del inquilino de La Moncloa que sabe que todo es una enorme manipulación que comenzó con los lamentables cinco días de abril. Nadie niega la ciencia. Nadie quiere acabar con los derechos de las mujeres, el colectivo LGTBI+ o la justicia social. A estas alturas de su vida se ha convencido de que las mentiras repetidas insistentemente se convierten en realidad. Lo que estamos viviendo es la desesperación de Sánchez, porque necesita impedir un fracaso en las europeas.

El modelo sanchista se sustenta en recuperar el sistema de frentes populares que impulsó la Internacional Comunista en la Europa de entreguerras. Es una estrategia de manual que se ha mantenido hasta nuestros días y que hemos visto como la han aplicado todos los caudillos izquierdistas de Iberoamérica. La izquierda se apropió en el siglo XIX de algunas palabras con el objetivo de lograr una mayor eficacia propagandística. La otra cara de la moneda ha sido descalificar al adversario con mentiras. En la situación actual, es fácil comprobar que la apuesta de Sánchez por la convivencia es insultar y descalificar al adversario, así como apelar al voto del miedo. Hemos recuperado el «no pasaran» de manos de los descendientes de los que ganaron la Guerra Civil o vivieron muy bien durante el franquismo. Es la izquierda pijoprogre que está cómodamente instalada en la bancada del Congreso y el Senado. No es casual que hayan sido los que impulsaran y aplaudieran las dos nefastas leyes de la Memoria, aunque más bien son de la desmemoria y la manipulación. Los que ni ganamos la guerra ni vivimos muy bien gracias al franquismo no tenemos este tipo de complejos propios de los conversos. Por cierto, este revisionismo zafio y mendaz no vino de la mano de los que perdieron la guerra o sufrieron el franquismo, ya que abrazaron la convivencia y la reconciliación.

A Sánchez le gusta el papel de héroe que lucha contra los villanos, porque ha descubierto que se vive muy bien en La Moncloa. Es lamentable que para conseguir sus fines utilice la confrontación permanente e intente asaltar todas las instituciones públicas para ponerlas al servicio de un proyecto personalista. No cuenta ni con una mayoría social ni parlamentaria, pero no le importa, ya que espera que el relato permita movilizar la izquierda en las europeas. Necesita impedir, además, que las formaciones independentistas de derechas le den la espalda. El tiempo dirá si Ortuzar y Puigdemont están dispuestos a asumir una agenda radical, populista y frentista en el Congreso. Es muy significativo que su disociación de la realidad, como sucedió durante la entrevista este viernes en La Sexta con Ferreras, le conduzca a olvidar que el PP ganó las elecciones, aunque la formación de una mayoría parlamentaria incoherente ideológicamente le permitiera conseguir el gobierno.

Otro aspecto interesante de la huida hacia adelante permanente del líder del PSOE es la ausencia de cualquier autocrítica, los bulos, la fábrica del fango y la invención de unos enemigos imaginarios como son los medios de comunicación, los jueces y los empresarios. Es una estrategia similar a la de Daniel Ortega en Nicaragua, Díaz Canel en Cuba o Cristina Kirchner en Argentina. La idea de «conmigo o contra mí» es la teoría reduccionista del sanchismo que le conduce a comportamientos autoritarios que son impropios de una democracia. El tema de la internacional ultraderechista es ciertamente pintoresco cuando gobierna coaligado con los comunistas y antisistema de Sumar y le apoyan los independentistas, cuyo objetivo final es siempre romper España, y los antiguos dirigentes del aparato político y militar de ETA. Al final, lo que se trata es de amedrentar a los medios de comunicación, amordazar a los jueces y coaccionar a los empresarios, así como acabar con la separación de poderes.

Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)