Pablo Iglesias
Segunda cita, derecho a roce
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias mantenían este lunes un segundo encuentro para avanzar en esa mutua colaboración en pos de las dos cosas que les unen. Una acabar con Rajoy al frente de la presidencia del Gobierno y la otra, consecuencia de la primera, llegar al poder. En la primera cita de hace unos días para sondearse mutuamente y determinar las posibilidades reales de una relación mínimamente «estable», Pedro y Pablo o Pablo y Pedro coincidieron en que el objetivo compartido de un futuro matrimonio político necesitaba de eso que en otro tiempo se conocía como una dilatada experiencia prematrimonial; mucha práctica compartiendo la misma cama, en este caso de la oposición, para llegar con quién sabe qué garantías a la hora de la verdad. Esta segunda cita de ambos dirigentes de nuestra izquierda para inaugurar con sus equipos de trabajo una línea de oposición conjunta a la acción de gobierno sostenida por Ciudadanos, grupos canarios y PNV daba como resultado un incipiente y curioso «derecho a roce», ese que viene a confirmar en los prolegómenos de una relación que «la cosa no va mal».
Y como ya sin tapujos, con el control prácticamente total sobre el aparato de Ferraz y con los «barones domados», Pedro Sánchez puede buscar en Podemos, eliminado el fantasma del «sorpasso», el apoyo que cree esencial para llegar a la Moncloa. Conviene añadir alguna consideración de esas que demuestran que en política dos más dos no siempre tiene que ser igual a cuatro. El PSOE tras la reelección de secretario general no ha dudado en girar sus posiciones hacia la izquierda «podemita» en el convencimiento de que eso le hará recuperar la sangría de votos hacia el partido de Iglesias y con encuestas en mano parece estar consiguiéndolo. Hasta ahí bien, salvo que se quiera caer en la cuenta de que liderar la izquierda en según qué condiciones, sobre todo abandonando el espacio más cercano al centro no tiene porqué corresponderse con la reconquista del gobierno de la nación. Cuando la sábana da lo que da, sencillamente taparse la cabeza deja al descubierto los pies y viceversa, que es lo mismo que decir que los votos que se puedan recuperar a costa de Podemos pueden ser proporcionales a los que se pierdan por el centro-izquierda en beneficio de Ciudadanos.
El experimento de Castilla-La Mancha, bendecido por los propios Sánchez e Iglesias, se ha mostrado como especialmente indicativo a la hora de lo que pueda venir. Resulta que uno de los «barones» más críticos con el acercamiento de Sánchez a Podemos –antes de su defenestración aquél 1 de octubre negro claro está– se convierte en el primer presidente en promover la coalición de gobierno con una formación morada que tan sólo hace semanas despreciaba en Castilla-La Mancha a los mismos presupuestos que ahora llevará en volandas hasta su aprobación. Es el laboratorio de lo que pueden protagonizar Pedro y Pablo en un futuro no tan lejano y en el que no sobra la pregunta a propósito de qué queda de eso que se llaman principios.
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