Juan Carlos Monedero

¡Silencio! se rueda...

La Razón
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A veces es más pesado que un novio caliente, pero algo debe de estar haciendo bien Eduardo Inda para que los dirigentes de Podemos, la chusma tuitera y sus compañeros de viaje hayan desatado contra él semejante campaña y clamen al unísono exigiendo que se le expulse para siempre de la televisión y que de paso eliminen a Paco Marhuenda. No voy a reproducir los términos empleados por Juan Carlos Monedero, pero que un asesor de verdugos, experto en dar consejos sobre la forma más letal de controlar periodistas y beneficiario del chavismo, llame «telebasura» a laSexta, tilde a Inda de sucedáneo de periodista y nos trate de dar lecciones sobre ecuanimidad informativa es hasta chistoso. Tiene un poco menos de gracia que lo haga en «Público», periódico que nació cuando Zapatero soñaba desde La Moncloa con crear su propio grupo y que ayer mismo calificaba de «atropello con camión» el atentado de Jerusalén en el que un terrorista palestino aplastó a tres mujeres soldado y un varón y calificaba de «refugiados» a los criminales de ETA huidos a Uruguay en tiempos de Felipe González. El barullo en internet y el entusiasmo con que la jauría sale de caza eran inevitables, porque las redes sociales se han convertido en el refugio del tarado. Lo que ya requiere cierta reflexión es la presencia en esos foros y con afanes guillotinadores de personajes relevantes en esto de la comunicación, como ese tal Juanlu de Paolis director de «Salvados». Da la impresión de que una parte de la sociedad española no ha entendido que lo esencial de este juego es que los que discrepan o disienten puedan expresar en alta voz su opinión. Que taparle la boca, silenciar, cortar la lengua, al que no rema a favor de la corriente, es un atentado contra la democracia.

Aunque me ha costado bastantes años darme cuenta y sobre todo asumirlo, en estos rifirrafes nunca me han preocupado los enemigos. Uno sabe de salida lo que van a decir, lo que quieren hacer y hasta el cómo. Lo que me desasosiega son los «amigos» y lo pongo entre comillas porque no me refiero a los auténticos, que se limitan a uno o dos, sino a toda esa caterva de las variedades flácida, claudicante o interesada. Si el bueno de Inda y colegas mártires, en lugar de actuar en los foros que lo hacen, interpretaran su papel en las televisiones controladas por esos que, según los despellejadores de Twitter, son sus socios y protectores, podría darse ya por fastidiado. Estando donde están, no llegará la sangre al río.