Economía
Sin crédito
Desde que arrancara la crisis, los bancos centrales de todo el planeta han tratado de reanimar la economía incentivando a familias y empresas a que volvieran a endeudarse a los ritmos de la burbuja. Un profundo error, pues el propósito de todo sistema financiero no debería ser el de dar ciegamente «más crédito», sino el de otorgar sensatamente «buen crédito» con independencia de si éste es mucho o poco. Pero, más allá del criticable objetivo de la política monetaria, lo que sí parecía incuestionable eran los medios necesarios para alcanzar ese objetivo: según se nos decía, la forma de promover el endeudamiento de familias y empresas apenas pasaba por que los bancos centrales flexibilizaran el acceso al crédito mediante menores tipos de interés; de ahí, por ejemplo, que Mario Draghi haya llegado a apostar por colocarlos en territorio negativo. Sin embargo, la receta no ha funcionado: así, por ejemplo, la última encuesta realizada por el Banco Central Europeo a las entidades financieras comunitarias durante el primer trimestre de 2016 ha vuelto a poner de manifiesto que el principal obstáculo para que el crédito crezca a tasas más elevadas continúa estando en la resistencia de familias y empresas a endeudarse a pesar de la mayor laxitud crediticia. ¿Y por qué semejante resistencia? Un problema común en gran parte de Europa es que los agentes económicos siguen estando muy endeudados: y quien ya está sobreendeudado no quiere, ni puede, endeudarse más. Otro problema, éste más específico de España, según la propia encuesta del BCE, es que nuestras familias y empresas están observando el futuro con menor confianza que varios trimestres atrás, lo que las lleva a extremar su prudencia y a rechazar endeudarse. En suma, dentro del contexto económico actual, el motor del endeudamiento no son los bajos tipos de interés, sino la solvencia y las expectativas de futuro de los ciudadanos. Los tipos de interés artificialmente bajos de Mario Draghi no contribuyen a aumentar el buen crédito, sino acaso a que se otorgue algo más de peor crédito. Por ello, si queremos normalizar nuestra situación financiera, no necesitamos de manguerazos extraordinarios de liquidez por parte del BCE, sino de estabilidad institucional y macroeconómica que afiance las expectativas, de más ahorro que reduzca la deuda privada y de mercados mucho más libres que aumenten las oportunidades de inversión. Olvidémonos de recortar tipos y empecemos a recortar el peso del Estado en nuestras economías.
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