Restringido
Sínodo bajo asedio
El semanario «Oggi», que no es precisamente una revista de escándalos, abría su último número con una foto de Francisco y este gran titular: «El Papa bajo tiro». Habían pasado apenas 24 horas desde que un diario italiano, con todo lujo de detalles, había informado de una grave enfermedad del Pontífice. Días antes circuló ampliamente una carta crítica con el Sínodo presuntamente firmada por trece cardenales y antes de que comenzara la asamblea sinodal un monseñor polaco que trabajaba en la Congregación para la Doctrina de la Fe hacía pública su homosexualidad y su relación estable con un varón.
No caigamos en la trampa de creer en un complot urdido por una inteligencia maquiavélica para atentar contra la credibilidad del Papa y de la Iglesia católica en general. No puede negarse, sin embargo, que los autores y difusores de estas tres «noticias» no eran trigo limpio, si queremos utilizar esta expresión, y tenían desde luego las peores intenciones.
En ese sentido, me he atrevido a calificar a éste como un «Sínodo bajo asedio». El mismo Papa, sin citar expresamente ninguno de estos penosos episodios, ha hablado en su discurso de clausura de «métodos no benévolos usados durante el Sínodo» y estaba en lo cierto porque ha habido, desde luego, fuego enemigo, pero también algunos balazos provenían de las filas «amigas», por así decirlo.
Gracias a Dios y a la inteligencia de la mayoría de los padres sinodales, el asedio no ha surtido ningún efecto y los trabajos de la asamblea se han desarrollado con absoluta normalidad, sin más tiranteces que las normales entre personas que no pueden tener todos idénticas opiniones. Nuestros interlocutores nos han señalado que el clima dentro del aula ha sido siempre positivo y que ha prevalecido una voluntad de consenso. Así ha quedado reflejado en las votaciones del documento final, de cuyos 94 puntos sólo tres rozaron un porcentaje negativo y todos los restantes fueron aprobados por mayorías aplastantes.
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