Julián Redondo

Sospechas naturales

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Si el diablo no enreda y no mata moscas con el rabo, si los políticos apoyan sin inmiscuirse y se mantienen a una distancia prudencial de la senda del deporte en estos momentos cruciales, Madrid será ciudad olímpica en 2020. Pero se lo están poniendo muy difícil. Demasiados palos en los radios. El COI suele valorar la estabilidad del país al que concede los Juegos. Puede patinar, y patinó, por haber cometido la frivolidad de encargar los de 2016 a Río, incluso arrepentirse; pero no es norma de la casa tropezar dos veces en la misma piedra. El problema de Madrid es lo que le rodea, aspectos fundamentales como la inestabilidad económica del país, los escándalos políticos y sindicales y las veladas amenazas de ETA. Un cheque en blanco para 2020 es Tokio. Los japoneses, aunque lineales y con más enemigos en su entorno de los que acumula Bárcenas en el suyo, tienen un proyecto serio y fiable. Sin más. Estambul, por su parte, es la tentación de lo exótico, de lo desconocido, Europa y Asia en la coctelera, y lo imprevisible; lo más parecido a Río, pero con el añadido de la tensión geopolítica de la zona. Estas dos candidaturas afrontan el reto, además, con una cartera con más fondos que Chipre cuando sólo era un paraíso fiscal. Tienen tanto dinero que han invertido cinco millones de euros cada una de ellas en la visita de la Comisión de Evaluación. ¿Y Madrid? Alrededor de 300.000 euros. Nos preguntamos: ¿en qué se han gastado turcos y japoneses un millón diario para deslumbrar a los enviados del COI? Sólo son sospechas.