Política

Manuel Coma

Terror y guerra

Terror y guerra
Terror y guerralarazon

Ni diez 11-S u 11-M destruirían a Estados Unidos o a España como naciones, amén de que sólo uno o dos serían ya sumamente difíciles y más serían imposibles, dados los medios que han desarrollado las Fuerzas de Seguridad, pero ningún ciudadano aceptaría resignadamente un ataque de ese tipo y se cebaría sobre el gobierno de turno, que pagaría su insuficiente diligencia o infortunio. El Estado Islámico no es una amenaza existencial para Occidente, como sí lo es para Siria, Irak, Jordania, Líbano y podría serlo para todo el Oriente Medio. También para el Gobierno americano o europeo que no hubiera hecho todo lo posible para desbaratar la amenaza. Por mucho que lo sueñen y proclamen, no van a llegar a constituir un califato (más o menos imperio) que unifique a toda laumma (comunidad de creyentes). Las fuerzas que se le opondrán terminarán derrotándolo. Además, como lo que los anima atañe al otro mundo, no tienen soluciones para éste, cuyos problemas materiales ni se plantean. La pobreza y desesperanza pueden radicalizar religiosamente a muchos jóvenes y llevarlos a sus filas, pero ése no es su tema, ni en todo caso lo que impulsa a los que acuden desde nuestros países, a donde inmigraron sus padres. Un estado islámico no sería viable más que si cambiaran sustancialmente, traicionando sus principios. Tampoco está claro que puedan decidirse por un espectacular objetivo en suelo americano, sabiendo la devastadora reacción que eso engendraría. El radicalismo a ultranza no significa inevitablemente estupidez estratégica. Esa realidad es suficiente para que algunos se aferren a la consoladora idea de que no es asunto nuestro y que meternos en una nueva guerra en Oriente Medio es una locura. Ciertamente es una muy mala opción, pero hay ocasiones y sitios en los que hay que elegir entre lo malísimo y lo absolutamente pésimo. A no ser que decidamos no elegir, en la confianza de que otros no tendrán más remedio que sacarnos las castañas del fuego y que serán capaces de hacerlo. Estas desagradables disyuntivas han llevado a Obama a una guerra sólo desde el aire, sin las ineficaces pero para él en otro tiempo sagradas bendiciones de la inoperante ONU, es decir, saltándose el veto de Putin en el Consejo de Seguridad o ahorrándose el precio que tendría que pagar por su abstención. Eso sí, matándose por conseguir aliados en la zona, ya que las ambigüedades y dudas de toda la operación han dejado inicialmente a los aliados europeos como pasivos espectadores y maltrecha la valiosa solidaridad atlántica. Francia, tras ver rodar una cabeza en Argelia, ha dado el paso, tomándole la delantera a la «relación especial» entre Londres y Washington, que tanto suelen cuidar los británicos. Turquía, otro aliado renuente, de primordial utilidad en este conflicto, tras muchos escamoteos y todavía con medias palabras, parecer seguir el mismo camino, lo que augura un movimiento de vacilantes voluntades que hasta podría terminar en carrera para no ser el último. El tema se lo merece.