Lucas Haurie

Tiempos de Limónov

Lo que resulta en verdad desasosegante en los libros de Emmanuel Carrère no es que estén basados en historias reales, pues hace décadas que el periodismo cultiva la «non fiction novel» y desde antes aún sabemos que no hay guionista más gore que la realidad. Asusta más bien el carácter premonitorio de su obra. En los noventa, contó en «El adversario» la peripecia de Jean-Claude Romand, un impostor que se embarcó en su adolescencia en una espiral de mentiras alrededor de la cual construyó una vida falaz y que acabó matando a su familia con tal de no ser descubierto. Un precursor de Madoff, pues reprodujo a gran escala su estafa piramidal, y también del pequeño Nicolás, felizmente cercenada su carrera antes de que sus fechorías pasasen a mayores. En 2012, Carrère publicó «Limónov», la biografía de un personaje incalificable cuyas mil vidas (delincuente juvenil, emigrante bohemio, activista político, mercenario paneslavista) sólo se parecen unas a otras en la espantosa brutalidad que las jalona. El lector desavisado podría pensar que se trata de un villano novelesco, pero el tipo ha reaparecido recientemente al frente de una milicia prorrusa en las inmediaciones de Járkov, la ciudad separatista de Ucrania oriental en la que se crió. Hace años fundó el Nasbol, un partido cuyo nombre es un acrónimo procedente de las palabras «nacionalista» y «bolchevique», en palmaria demostración de que está como una cabra harta de papeles. Pues éstos son los actores de la política europea, tan fiables como que primero se opusieron a Putin y ahora son la punta de lanza de su acción exterior. En España, Eduard Veniamínovich Savenko alias «Limónov» sería la estrella del prime time.