Jesús Fonseca

Todo sigue su curso

El Rey se hace visible hoy. Reaparece ante las cámaras, con una audiencia concedida por los Reyes al premio Cervantes. Se acaba así el eclipse abierto tras su operación. Se podría decir que, durante mes y medio, el Príncipe de Asturias le ha cubierto las espaldas. Y, aunque habrá que esperar para volver a ver a Don Juan Carlos fuera de Zarzuela –posiblemente en el Bernabéu, para asistir a la final de la Copa del Rey–, parecería que vuelve la normalidad y todo sigue su curso, por suerte. Durante seis semanas, Don Felipe ha hecho lo que se esperaba de él: currar y ser útil. Ha hablado, cuando el guión lo ha exigido, sereno y firme, para avisar, por ejemplo, de que no pueden ser siempre los mismos los que asuman los sacrificios más tenaces. Se ha esforzado en decir lo que es como es, lejos de estereotipos que no le gustan un pelo. Por ejemplo, esto: «Lo primero que hay que hacer para defender la libertad es luchar contra la ignorancia». Por suerte para él, hace años que Don Felipe utiliza los papeles que le pasan –vaya donde vaya– como un mero apoyo a la hora de abrir la boca y meter baza, llamando al pan pan y al vino, vino, para que le entiendan todos. Esta semana, sin ir más lejos, el Príncipe, que le tiene bien tomado el pulso a la interdependencia de nuestro mundo, pedía en el Foro Hispano-Alemán huir de «actitudes insolidarias que se traducen en resultados estériles e incluso contraproducentes». Al Rey y al Príncipe se les debe criticar si se equivocan, denunciar si cometen abusos y espolearlos cuanto haga falta. Pero reconocer también sus aciertos, si es el caso. Y a nadie de buena fe se le oculta que Don Felipe difícilmente podría hacerlo mejor de lo que lo hace, sobre el pedregal en el que se mueve.