María José Navarro

Torpes

El manido debate sobre qué sexo conduce mejor ha regresado a nuestras vidas. Todo viene a cuento porque un juez de Zaragoza recibió una denuncia de la Unión de Consumidores de Aragón contra una autoescuela local que tenía distintos precios según el género. A los chicos les cobraba una tarifa plana de seiscientos sesenta y cinco euros y para nosotras la cosa se ponía en ochocientos cincuenta. La Unión de Consumidores presentó una denuncia y la remataron las autoridades autonómicas de consumo. Pues bien, la empresa propietaria de la autoescuela recurrió la sanción y el asunto acabó en los tribunales. El juez, que se llama Javier Alvar, cree que no hay discriminación, y para llegar a esa conclusión asegura que, después de pedirle datos a la Dirección General de Tráfico, se puede concluir que las mujeres necesitan muchas más clases prácticas y teóricas para aprobar y que tanto en las pruebas de destreza como en la de conducción abierta los chicos se manejan mucho mejor y mucho antes. Por lo tanto, sigue argumentando el magistrado, la autoescuela ha hecho bien en diferenciar, porque si hace la media de lo que cuesta cada chica y le ofrece lo mismo a los tíos, resultaría poco atractivo para los chicos contratar el servicio. He preguntado a mis colegas y los hombres prefieren mantenerse al margen, no vayamos a fastidiarla. Mis amigas, sin embargo, han acabado a voces. Las jóvenes y prietas se rebelan contra la sentencia, pero una, que es mayor y blanda de carnes, coincide en que nosotras podemos pasar por torpes aunque no lo seamos. Y es que mientras conducimos, queridos niños, estamos a mil cosas. Todas esas mil cosas que habitualmente no están en la agenda de los hombres.