José María Marco
Totalitarismo
Oswaldo Payá fue un hombre de una especial dimensión ética, política e incluso religiosa. Dentro de unos años, cuando hayamos dejado atrás la era de los monstruos, Payá pasará a formar parte de los grandes personajes, personajes fundadores, de la Patria cubana. Por ahora, la muerte de Payá y las circunstancias que la rodearon se han convertido en una piedra de escándalo. La dictadura castrista ha introducido algunos cambios en los permisos de viaje. Pueden salir del país algunas personas, no todas. Pocos disidentes de raza negra logran el permiso, por ejemplo. La escritora Yoani Sánchez, por su parte, ha podido viajar a Brasil y ha conseguido desbaratar la campaña que le tenían preparada los castristas y los comunistas de este país. También ha podido salir Rosa María Payá, hija de Oswaldo, que ha visitado Madrid, se ha entrevistado con Ángel Carromero y luego ha hablado en Ginebra en compañía de Regis Iglesias, portavoz del Movimiento Cristiano de Liberación (MCL). Aquí se ha referido a la evolución del Proyecto Varela, que su padre articuló como una propuesta para la transición en Cuba, del propio MCL, también fundado por Oswaldo Payá, y de la situación de los derechos humanos, que ha ligado a la prosperidad del país.
«No queremos y no necesitamos depender de nadie, ni de Venezuela ni de Estados Unidos. Lo que necesitamos es ser libres. Libres para soñar, libres para decidir, libres para querer, libres para actuar, libres para construir con nuestra imaginación y nuestro esfuerzo la sociedad que nosotros, los cubanos, escojamos». Palabras apasionadas y hermosas, con las que Rosa María Payá habrá recordado a su padre. A su paso por Madrid, habrá tenido ocasión de ver de primera mano la extraña forma en la que la sociedad española se enfrenta al totalitarismo en Cuba. Hay mucha gente que apoya los esfuerzos de los exiliados por proseguir con la denuncia y no abandonar la idea de un cambio a pesar de los muchos años transcurridos fuera de su país. También hay una parte de la sociedad, y no la menos visible, que ha mostrado en torno a lo sucedido con la muerte de Payá, y muy en particular con nuestro compatriota Ángel Carromero, el rostro sórdido de quienes jaleaban a los nazis cuando se llevaban a unos judíos a un centro de detención, o de los que aullaban las consignas estalinistas en los procesos de los años 30. En ciertas cosas, nada parece haber cambiado.