Martín Prieto
Travesía de Madrid
París es antipáticamente chauvinista y Nueva York, un altar puritano a la competitividad más despiadada, pero Madrid, como predicaba Camilo José Cela, es una ciudad cosmopolita con aires de poblachón manchego en el que nadie es más que nadie y a ninguno se le pregunta de dónde viene. Los madrileños son refractarios a los despotismos ilustrados o analfabetos: devolvieron a Italia a Esquilache, se sublevaron el dos de mayo y resistieron un cerco de mil días desobedeciendo estimaciones de Azaña y su Gobierno. Con Manuela Carmena, esa buena mujer, apetece pasar una tarde de chocolate con picatostes para aliviar la añoranza de su jubilación dorada. Instrumentalizarla como remedo de Tierno Galván es pretenderla florero político para disfrute de quienes no saben quién fue el Viejo Profesor. No es a esta dama a quien se le ocurre que los niños recojan las colillas o las madres limpien los colegios, los belenes vergonzantes, las cenas para pobres escogidos en el Ayuntamiento, las cabalgatas de diseño, la errónea purga del callejero, la lucha a manotazos contra la contaminación provocando atascos apocalípticos y dejando sin trabajo a los autónomos de furgoneta y changa, ni su empecinamiento en conservar la pastosa fachada del Edificio España, tarta arquitectónica franquista donde las haya. Y a sus titiriteros habría que sancionarlos devolviéndolos al preescolar por ver si se desasnan. La jueza buenista y amorosa no parece siquiera informada de lo que pergeña el rebaño podemita que cree pastorear: ingeniería social practicada por egresados de la más extravagante facultad de la Complutense. El equipo municipal no es perverso; es ígnaro y anancefálico ante los verdaderos problemas de los madrileños, y en delirio regalaran ceniceros de bolsillo para que, paseando, nos convirtamos en antorchas humanas o demos en combustión espontánea. Carmena no es culpable de esta carrera de disparates sino el PSOE y su jibarizado y entristecido concejal Carmona, al que han torcido el brazo para que acepte y sostenga este municipio de guardería que tiene trastienda y ninguna enmienda. Da igual que dimita Celia Mayer, que no sabe ni explicarse, sustituta de un tuitero macabro necesitado de apoyo psicológico: correrán la lista colocando a otro paciente de confusión mental. Madrid está ofreciendo el preludio de lo que será España con quienes mueven los hilos de los titiriteros incrustados por Pedro Sánchez en las cuadernas del Estado. Cosas veredes, Sancho. Veremos cosas que nos helarán la sangre.
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