César Vidal
Trescientos hombres buenos
Pocos ejemplos de depredación artística se pueden comparar al protagonizado por el III Reich. Inicialmente, jerarcas del régimen como Hermann Goering se dedicaron a crear extraordinarias colecciones a costa del expolio de propietarios judíos y las obras del denominado arte decadente desaparecieron de los museos con vistas a su destrucción. Luego, el avance de la Wermacht en Europa permitió el saqueo de numerosos tesoros artísticos. Como tantos episodios notables de la Historia norteamericana, el intento de contrarrestar el peligro que la guerra significaba para las obras de arte procedió de un particular llamado Stout, un conservador de arte estadounidense, director de un museo de Massachusetts. En 1941, Stout inició una campaña para preservar de los bombardeos aliados los monumentos artísticos. Al año siguiente, se creó el MFAA (Monuments, Fine Arts and Archives Section), conocido popularmente como Monuments Men. Formado por voluntarios, hombres y mujeres, procedentes de trece naciones distintas, el MFAA no era una unidad militar –aunque estuviera militarizada y dos de sus miembros murieran en la guerra–, sino de archiveros, historiadores y conservadores. Su número se reducía a algo más de trescientos, pero su contribución fue extraordinaria y contó con el respaldo directo del general Eisenhower.
De manera bien significativa, esta semana se han sumado dos acontecimientos culturales para rendir tributo al MFAA, que rescató obras como la impresionante «Madonna de Brujas» o el altar de Gante de los Van Eyck. El primero ha sido la inauguración, el pasado viernes, de la exposición «Los hombres de los monumentos: en la línea de fuego para salvar el arte de Europa, 1942-1946» en el Instituto Smithsoniano de Washington. El segundo, el estreno en Estados Unidos del filme «Monuments Men», que ocupa estas páginas, la nueva película dirigida y protagonizada por George Clooney, con Matt Damon, Bill Murray, John Goodman, Jean Dujardin y Cate Blanchett como compañeros de reparto.
La labor del MFAA fue creciendo con el paso del tiempo. Si inicialmente se trataba de identificar monumentos para evitar su bombardeo por los aliados, más tarde se le encomendó la tarea de recuperar las obras de arte expoliadas por los nazis. Al acabar la guerra, se estableció en Múnich y Wiesbaden, donde siguió recogiendo e inventariando piezas artísticas a fin de que pudieran reclamarlas sus legítimos propietarios. Pocas veces en la Historia, trescientas personas hicieron tanto por la cultura de un continente.
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