José Antonio Álvarez Gundín

UGT lastra a Sánchez

La noche de la victoria, Pedro Sánchez hizo un encendido elogio de UGT, sin duda desmedido e impostado con la intención de relativizar las miserias del sindicato que vienen aflorando sin que sus dirigentes se haya dignado a dar la más mínima explicación. En la regeneración del socialismo español, el partido es sólo una de las patas; la otra, es UGT, que está sumida en el pozo del descrédito, la desconfianza y la corrupción. Un esqueleto fosilizado de burócratas y liberados que han hecho de la huelga su justificación laboral. Ni siquiera Rodiezmo aguanta en pie. Los últimos gobiernos socialistas cometieron la frivolidad de encumbrar al sindicato como un ministerio de Economía paralelo y le regaron con toda clase de prebendas, poltronas y, sobre todo, con incesantes paladas de dinero. Una vez pinchada la burbuja de la abundancia, ahí están las consecuencias, abiertas en canal: el escándalo de los ERE, la fabricación de facturas falsas con «botes» ilegales, la trama de los cursos de formación que nunca se dieron, la complicidad en la quiebra de las cajas de ahorro, el trapicheo de subvenciones, las trampas inmobiliarias, el oscurantismo de sus cuentas... En el paisaje de la corrupción, el sindicato socialista ocupa un primer plano por méritos propios. Y arrastra en su desprestigio al PSOE, al que arruina su discurso de regeneración. De modo que Pedro Sánchez arranca su mandato con la rémora de UGT, la más dañina de las herencias que recibe. Mientras el sindicato no sea refundado de raíz, depure sus conductas, despida a la casta que lo gobierna y ciña su caja a las cuotas de los afiliados; mientras no se despoje de las camarillas que han convertido al obrero en rehén, la sombra de UGT acompañará al nuevo líder del PSOE como la bola del presidiario.