Rosetta Forner
Un poco de compasión
Los efectos perversos de la talidomida se extienden a la Audiencia Provincial de Madrid. ¿Cómo se les puede negar ayuda en forma de indemnización? Sólo me cabe la explicación de que la talidomida les ha afectado la capacidad de impartir justicia y equilibrar la balanza. Cierto es que el dinero no conseguirá eliminar el daño, pero si hacerles la vida menos dificultosa. Aunque, 20.000 euros por cada punto percentual de minusvalía se me antoja muy poco para tanto sufrimiento. Nuestro Papa Francisco, humano, luchador y solidario, espero que, además de aliviar su alma consiga remover conciencias, pues cada vez son más los que escuchan sus palabras. Nos rasgamos las vestiduras ante situaciones prosaicas o más fácilmente solucionables que sólo afectan al ámbito monetario, empero cuando se trata de temas como éste, mucha gente mira para otro lado: al parecer la enfermedad y el sufrimiento sólo conmueven a los cristianos. La talidomida se comercializó entre 1958 y 1963, lo cual significa que los afectados llevan medio siglo conviviendo con unos efectos secundarios que les han hecho la vida muy difícil. No comprendo a la Justicia, ni tampoco el empeño de la farmacéutica alemana en eludir su responsabilidad. Las malformaciones son irreversibles, como lo fue el Holocausto. Sin compasión (esto es «acompañar con amor»), no podemos ponernos en el lugar del otro y «sentir» su sufrimiento. El mundo actual anda sobrado de egoísmo y falto de humanidad cuando de afrontar una conducta errónea se trata. Que en esa época no se llevasen los ensayos farmacéuticos no es excusa para no asumir los resultados catastróficos y ponerse en el lugar de esas personas a las que condenaron desde ante de nacer a una vida inhumana. Ojalá que el Papa Francisco logre conmover el corazón de esos que «imparten» justicia. El cuerpo puede estar malformado, pero no el alma. Un poco de compasión puede ser para ellos un gran alivio. Nos podía haber pasado a muchos más. Unámonos al Papa Francisco: ¡todos con AVITE!
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