Restringido

Un tranvía llamado desastre

El travía de Parla, que terminó costando como un tramo del AVE, sólo ha sido una coartada. El golpe de autoridad de Pedro Sánchez tiene mucho más calado que el temor a una improbable imputación o a los presuntos malos resultados que las encuestas le auguraban al PSM con Tomás Gómez como cabecera de cartel. La jugada es, sobre todo, un aviso a navegantes de cara a posibles alianzas electorales con la vista puesta no tanto en las municipales y autómicas como en las generales de finales de año. El secretario general del PSOE no es ningún frívolo, y una decisión de la transcendencia de cargarse de un plumazo toda la cúpula de los socialistas madrileños no puede interpretarse de manera superficial como si tan sólo se tratara de un calentón, de un golpe de autoridad para fortalecer un débil liderazgo como algunos, Gómez el primero, han proclamado. Debajo del ruido hay muchas más nueces de lo que puede parecer a primera vista. Sánchez sabe que lo prioritario es asegurar la gobernabilidad de España tras los comicios de noviembre si no queremos que la frágil recuperación económica termine saltando por los aires si la llave del próximo gabinete la tienen en su poder Igesias, Errejón y Monedero. En público nadie, ni en el PP ni el PSOE, aceptan la posibilidad no ya de una gran coalición, sino de permitir que gobierne la lista más votada apoyando la investidura de Rajoy o de Sánchez dependiendo de los resultados, pero la realidad es que esta posibilidad se esta barajando en despachos y, como en los años de la Transición, en los reservados de los restaurantes de lujo de Madrid. Gómez y los miembros de su ejecutiva eran un escollo importante, pero no el único. Es posible que los próximos meses asistamos a nuevas y sorprendentes decisiones. Aquí el tranvía que no puede descarrilar convirtiéndose los comicios en un desastre, es el tranvía de la estabilidad.