Pilar Ferrer
Una mirada limpia
En los días de traspaso de poderes del Gobierno de Zapatero al equipo de Rajoy, dos personas lideraban la mesa negociadora: Ramón Jáuregui, por el PSOE, y Soraya Sáenz de Santamaría por el PP. «¿Cómo estáis viviendo estos días?», preguntaba el político socialista a la ya inminente número dos del nuevo Ejecutivo. «Con trabajo, mucho trabajo», respondía Soraya. Y Jaúregui, un hombre experto y de lo más sensato en las filas socialistas, hizo entonces un buen perfil de la hoy vicepresidenta en una conversación privada con algunos periodistas: «Me parece una mujer muy preparada, no se le escapa una, y tiene una mirada limpia».
Atinada definición de Sáenz de Santamaría, artífice clave de la ley de transparencia, una normativa esencial en los ordenamientos jurídicos europeos. Con tacto, y mucha discreción, la vicepresidenta del Gobierno lleva meses de contactos con los grupos parlamentarios para consensuar esta ley, espejo fiscal de las administraciones y entidades públicas. Ella, junto al eficaz José Luis Ayllón, responsable de las relaciones del Gobierno con las Cortes, ha mantenido largas horas de trabajo con todos los portavoces, en especial, con los socialistas y los diputados de CIU y el PNV. Su despacho en el Congreso, sin horarios, ha sido un auténtico foro político y legislativo.
Soraya es una brillante parlamentaria, pero también es una mujer de pactos. Previos al debate de totalidad, han pasado por su mesa delicados papeles sobre la Corona, la Iglesia, la Administración local y los sindicatos. Capítulos a negociar en aras de un consenso para una ley que demanda el ciudadano. Claridad en las cuentas públicas, ingresos y gastos justificados, auditorías cuando haga falta, y todos a examen sin distinción. Ella ha sido la gran negociadora, revisora incansable de todas las enmiendas presentadas, y peticionaria de habilitar el verano para su debate final. Sin temblarle la mano para trabajar y facilitar un acuerdo el próximo otoño, la vicepresidenta quiere un pacto de Estado en torno a esta ley. Cuando los casos de corrupción atenazan la vida política, y el fango enloda algunas biografías, Sáenz de Santamaría lidera una normativa valiente y de buena imagen ante Europa. Es la suya una apuesta de voltaje político, altura moral y rigor económico. Queda abierta una delicada negociación, que ella sabrá lidiar para llevar a buen puerto. Es, como su mirada, una limpieza que bien necesita España.
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