Estados Unidos
Vicente y los tigres, con Hillary
Esta noche Hillary parece recuperada. La semana y media de siestas le ha tonificado el cutis y responde a Trump con esa mezcla, tan suya, de asco y displicencia. Tercer y último debate entre los candidatos presidenciales, celebrado en Las Vegas, Nevada, la ciudad del Flamingo, Bugsy Siegel y Meyer Lanksy. De los «wise guys» sólo quedan fantasmas y un número indeterminado de hoyos en el desierto, mientras cientos de miles de puretas queman la pensión y la universidad de los nietos en la carta astral de la ruleta. Trump aprovechaba las horas posteriores al debate para arremeter contra el sistema y escribir torcido que avanza una conspiración para sisarle el triunfo. Hillary acudió a un acto con Vicente Fernández, último rey vivo de la ranchera, y los Tigres del Norte, emperadores del corrido y la canción norteña. «A mi pueblo le dolió que alguien le hiciera una ofensa», canta el Charro de Huentitán, heredero de Jorge Negrete y Pedro Infante. «Hillary, estamos contigo, con nuestro voto tú cuentas. Tú vas a ser nuestra voz estando en la presidencia». Los Tigres, ventas multimillonarias, 140 discos de platino, los Rolling Stones de la frontera, ya dijeron el otro día que «estamos cansados que nos llamen violadores y criminales y es por eso que desde hoy sus amigos los Tigres del Norte respaldamos y apoyamos a Clinton para que sea presidenta. Los invitamos a votar por ella al igual que nosotros». Jorge Ramos, el periodista legendario, entrevistado en CNN, explicó que «los periodistas y los políticos serán juzgados por cómo reaccionaron ante la amenaza de Trump». «Estamos», añadió, «ante un momento histórico, y la gente recordará». También habló de las promesas incumplidas por Obama, la ley de inmigración que nunca llegó mientras deportaba «a más inmigrantes, 2,5 millones, que ningún otro presidente en la historia». En la inminencia de unas elecciones fundamentales, la gente latina, esa piñata heterogénea, toma posiciones ante lo que considera una amenaza capital. A cambio de enfervorizar a los sectores más radicales del electorado, Trump cometió el pecado de insultar gravemente a un grupo que es mucho más que la amalgama de braceros acobardados y acomplejados curritos. La ira y el bolsillo son dos rotores poderosos, capaces de cambiar la historia. Todos los estudios estiman que los inmigrantes ilegales aportan cerca de 12.000 millones de dólares a las arcas de la seguridad social. Nadie, nunca, rechaza el parné, por mucho que sea falso el número de la tarjeta introducido en la declaración de impuestos; el dinero fluye y, como demuestra un artículo reciente en «The Atlantic», engorda la saca federal a cambio de esperar que algún día, cuando Hillary saque adelante la reforma, será benevolente con quienes tributaron. Un runrún que podría desbaratarla si los latinos se sienten traicionados. Más le vale no ser inconstante, no tomarlos por primos, si no quiere que la suya sea una presidencia de ida y vuelta, triturada por la inconstancia en el servir a una comunidad que saca músculo.
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