Alfonso Ussía

Votos y tanques

La Razón
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Faltan pocas horas para que se produzcan las dos invasiones anunciadas en Venezuela. La de millones de papeletas falsas en las urnas controladas por la tiranía, o la de los carros de combate del Ejército bolivariano si las papeletas falsas no cumplen su tramposa misión con éxito.

Se entiende que un individuo como Maduro tenga aterrorizado a un amplio sector de la sociedad venezolana. Otro sector, más amplio aún, está demostrando al mundo el significado de coraje, valentía y amor por la libertad. Y el mundo empieza a reaccionar, sin excesivos alardes de ayuda a los justos. Pero si Maduro resulta aterrador en la cercanía, como persona y gobernante, desde la lejanía se dibuja como un personaje cómico y ridículo hasta extremos no superados. Se podría escribir una buena novela. «El hombre que mataba por seguir vistiendo un chándal». Título extenso, pero orientativo.

Me tranquiliza que Lylian Tintori haya depositado a sus pequeños hijos en Miami. Maduro podría haber intentado cualquier barbaridad contra ellos. El problema del matón bolivariano es que, de una manera u otra, con trampas o sin ellas, con carros de combate o sin tanques, con triunfo amañado o derrota indiscutible, ya está tocado. A Maduro, a estas alturas, sólo lo defienden de verdad y con entusiasmo sus recalcitrantes beneficiados de Venezuela y sus insignificantes cómplices del exterior. Me dicen que la Fundación de Monedero ha publicado un escrito en defensa de la política de Maduro. Lógico y correcto. El que cobra, corresponde. Se me antojaría de dudoso gusto que la Fundación Rafael del Pino pusiera a caldo a Ferrovial, y que la Fundación Botín arremetiera contra los Botín. Monedero cobra unos buenos miles de dólares que Maduro hurta a los venezolanos, y por coherencia, defiende a Maduro. El que se escandalice por ello es muy dueño de hacerlo, pero Monedero y «Podemos» demuestran con su defensa a ultranza del carcelero que son, al menos, agradecidos.

Tengo muchos y buenos amigos en Venezuela. Algunos me llaman desde sus teléfonos intervenidos. Pero no les importa. Son valientes.

«Una mayoría de militares apuesta por la libertad y no obedecería órdenes que fueran contra la democracia». Se puede llevar Maduro una sorpresa. Ya no tiene tiempo para detener a los militares sospechosos de recelos bolivarianos ni de convencer a sus paramilitares agresivos –más de cien mil– de la necesidad de arrojar en las Bocas del Orinoco los cadáveres de los dirigentes de la oposición. Son muchos los dirigentes, y una masacre no se improvisa de la noche a la mañana.

Más que al asesino enfundado en su chándal y cantando victoria, veo cerrojos de las prisiones violentados, presos abrazándose en la nueva libertad y un porvenir de supermercados llenos y necesidades cubiertas. Habrá tiros, de eso estoy seguro. Cien mil desalmados armados por Maduro y perfectamente conocidos por la gente, no se van a rendir. Su resignación sería su procesamiento, su rendición de cuentas ante la Justicia y su alojamiento en los calabozos que hoy hacinan a los torturados. Me dicen mis amigos que muchos matones bolivarianos han suavizado en los últimos días «la mirada amarilla de la muerte» en un intento de suavizar las consecuencias del mañana.

Venezuela no está al borde de la guerra civil por el coraje de la oposición. Lo está porque su régimen no tolera la limpieza en las urnas ni la pérdida de los privilegios. No ha evolucionado el comunismo. Un comunismo evolucionado dejaría de ser comunista, y con el dinero robado e invertido en el exterior no se juega.

Veo dolor. Intento no ver las sombras de la venganza. Veo a un canalla rumbo al exilio en la misma noche de las elecciones. Y veo a Monedero con su Fundación chuchurría. Ya veremos.