María José Navarro

Yo, Leonor

Imagino que aún están Vds. sin aliento después de comprobar que salgo imponente en la felicitación de Navidad. Yo misma me he dicho «chica, en cuanto te dan un poquito de sitio, esta familia gana una barbaridad». Supongo que se habrán dado cuenta de que los intentos de mi hermana por superarme en altura son en vano. En peso es otra cosa, para qué nos vamos a engañar, aunque de ese tema no se puede hablar porque mi madre dice que la voy a traumatizar, así que nada, me hago pasar por vulgar y santas pascuas. Vamos que, en teoría, somos como dos gotas de agua, hay que fastidiarse. Hemos estado de cumple de la tita Elena. Bien maja que es la tita Elena, y además del Atleti. Hemos hecho un fiestón, no se vayan a pensar. No se cumplen cincuenta años todos los días. Y mucho menos se cumplen sin que un juez te tenga entre sus pensamientos, así que ha sido un despiporre de alegría. Estuvimos con el primo Pipe y la prima Altísima comiéndonos unos sándwiches de fuagrás con las puntas hacia arriba y unos gusanitos con Mirinda y fenomenal. Hasta que se me ocurrió hablar, claro. «Yo quiero sushi del bueno». «Tú te comes lo que toque», dijo mi madre con esa cosa del pueblo tan marcada que tiene ella. «Yo quiero sushi de ese que come la tita Cris, que sale por un ojo de la cara». El pellizco que me llevé me ha dejao un cardenal que no les quitan la custodia de milagro. Pero yo lo negaré. «No es un registro», diré. En fin, que me voy, que el abuelo graba lo del martes y me pirran las tomas falsas.