María José Navarro
Yo, Leonor
Se lo dije a Altibajos hace unos días mientras me peinaba con esa trenza cursi que me ponen a la vera de la oreja: me parece fatal que no me llevéis a mis premios. Dónde se ha visto que la mejor mula esté sin manta, eh. Mi madre me echó unos ojos que le salían dos puñales chinos de las pupilas. «No me mires así –le dije–, que cuando padre era tan pansinsal como yo ya iba allí de figurante». Total, que me dijo Reina que ni hablar del peluquín y que cerrara la boca o iban a volar zapatillazos. Yo no se lo dije a ella porque yo soy una persona muy discreta, como todos Vds. saben, pero la manifestación en contra echando a un niño por delante queda horrorosa.
¿Se imaginan a esos seres humanos protestando delante de una niña, lo grosero que hubiera sido, lo malamente que esa gente se hubiera sentido viéndome a mí con mi cara angelical, con mi pelazo rubio al viento, oyes? Pues que no hay tu tía, que no hay manera ni forma de convencer a esta institutriz de madre que tengo. Que es una tontería evitarme lo de las camisetas amarillas porque no te digo yo que no les pidiera una con el emburriando, que a mí el amarillo me sienta de muerte.
De todas formas, no me cogí mucho disgusto tampoco. No acudían los Gasol y como que se me venía el suflé abajo. El vídeo que mandaron era de mercadillo, qué barbaridad. Me cuesta más a mí inventarme mi perfil en Tuenti. Me consuela, por lo menos, que Altibajos haya lucido como una estrella de Jólivu, con lo que a mí me cuesta verla mona y me ha tumbao, leches. Qué espalda más derecha, qué hombricos más huesudos, qué porte, virgensanta. A ver si el año que viene que ya tendré casi once años me dejan ir y me encadeno yo.
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