Cuartel emocional

Cosas de familia

Mi padre era del Depor y del Real Madrid, por eso Amancio Amaro era persona muy querida y muy admirada

En el fondo a mí lo que me hubiera gustado –y lo comentaba el viernes en una cena con el comensal que tenía a mi derecha-, hubiera sido tener una extensa familia, como la de mi bisabuela, con veintiún hijos. Luego vino mi abuela que redujo la cosa a seis, mi madre que se quedó con dos y, finalmente yo que solo fui madre una vez. Para los árabes un hombre es rico cuando tiene muchos camellos y también muchos hijos. En ese sentido debo ser pobre de solemnidad, aunque no lo siento así ya que mi único esqueje vale por veintisiete, y así me lo hace sentir. La vida nos lleva por donde quiere, no me cabe la menor duda, y si a mí la naturaleza no quiso premiarme con más descendencia es porque era lo que me tocaba. Tengo también una nieta que me hace engordar kilos de satisfacción cuando dice mi nombre (a todos se nos regalan los oídos cuando alguien se dirige a nosotros por nuestro título, en este caso “aba”: nos suena a música celestial), y me siento recompensadísima sabiendo que por las infantiles venas de esa niña corre sangre mía, ADN mío. ¡Dios! ahora que lo escribo siento todavía más satisfacción o más emoción, no sé…

Mi padre era del Depor y del Real Madrid, por eso Amancio Amaro era persona muy querida y muy admirada, porque fue un futbolista coruñés que triunfó en los dos equipos de referencia para él, para mis tíos, mi abuelo, en fin, los hombres de mi familia, que hablaban de futbol y de toros, mientras las mujeres hablaban de necedades y también reñían. Es la imagen familiar que tengo y que muy bien hubiera constituido la de un clan como el de los Corleone si se hubieran organizado bien y, sobre todo, si hubieran vivido un poquito más, empezando por mi padre que se murió cuando le quedaba aún mucha vida por delante. Pero volvamos a Amancio. Pasados los años y poco después de mi fase de becaria, justo cuando papá se fue, conseguí plaza por oposición y concurso de méritos en Radio Televisión Galicia. Allí dirigí un primer programa en el que fui desgranando las vidas de los grandes personajes gallegos de todos los ámbitos: la cultura, la política, el deporte… Y ahí estaba Amancio, ya retirado, por supuesto, no soy tan vejestoria, pero seguía vinculado al Madrid como lo hizo hasta el último momento de su vida, porque su vida era el fútbol. Era de estatura media tirando a bajo, piernas fuertes como columnas salomónicas y una simpatía arrolladora que le llevaba a tener siempre dibujada en los labios una sonrisa. Nuestra entrevista duró dos horas y media. Todavía la conservo, como conservo todas, pero en cassette. Seguramente en algún lugar serían capaces de rescatarlas y pasármelas a un pin, no sé, y seguramente sería emocionante volver a oir todas aquellas voces de los próceres de aquel tiempo, hoy en su mayoría en el Olimpo de las gentes con una vida gloriosa, con un bagaje colosal que aquí dejan para que las gentes con curiosidad por lo sólido, por la excelencia del individuo seguirán disfrutando hasta el fin de los tiempos. Tradición, honor, disciplina y excelencia son conceptos que muchos hemos mamado de nuestra ascendencia y de quienes fueron nuestros referentes en la vida. Ahora los futbolistas son amasadores de fortunas sin ningún interés humano como nuestro protagonista de hoy.

CODA. Dedicada a quienes en nosotros sembraron la semilla del afán de superación, del deseo de mejorar cada día en nuestras distintas facetas y del propósito de acabar con la mediocridad, la basura y hasta la hez que hoy día nos está atenazando en un panorama lleno de cagapoquitos, mierdecillas, mindundis y gentes de medio pelo. Quiero creer que vamos a salir adelante. Dicen que España puede con todo. Ojalá siga siendo cierto porque lo que está ocurriendo acabará por extralimitar las posibilidades de un país maravilloso. No tensemos ya más la cuerda.