Editorial

Cuando el fin es el poder y no gobernar

Sánchez debió asumir su derrota en las generales y dejar paso a la alternativa, o en su caso, dar de nuevo la voz al pueblo soberano para encauzar una solución al bloqueo y al desgobierno antes que someter a la interinidad al país

La XV Legislatura de la democracia alcanza su primer año esta semana. Estos doce meses han brindado dos lecturas fundamentales sobre su recorrido y horizonte. La primera es la de un periodo baldío en cuanto a su ocupación principal que es la tarea legislativa y la segunda, concatenada con la anterior, la flagrante debilidad parlamentaria de un gobierno en minoría que no cuenta con la capacidad para sacar adelante sus proyectos con regularidad. En el extenso informe que publicamos hoy en las páginas de Nacional damos cuenta de que Moncloa tan solo ha conseguido llevar a buen puerto 12 leyes, aunque más de la mitad (siete) son decretos. Para poner la cifra en perspectiva sirva el balance del Senado, con la mayoría absoluta del Partido Popular. Se han promovido 16 leyes, si bien es cierto que la izquierda ha utilizado su control para bloquearlas en la Mesa de la Cámara Baja. Nada hace pensar que esta parálisis acabe y Sánchez sea capaz de normalizar el papel y la obligación del Legislativo en un estado de derecho, sino todo lo contrario. Su bloque de investidura se ha resquebrajado como cabía esperar de una artificiosa alianza de conveniencias e intereses que no han podido ser satisfechos por igual. El veto a los Presupuestos Generales del Estado, que podría prolongarse un segundo año, ha resultado una prueba irrefutable de que el líder socialista no ganó las elecciones generales como tanto ha presumido y de que por consiguiente carece de los escaños consolidados para sostener su desempeño ejecutivo. Esta circunstancia habría provocado la renuncia de cualquier mandatario de un estado de derecho pleno conforme a los códigos democráticos y la ética pública. Pero su reincidencia en eludir el más mínimo ejercicio de asunción de responsabilidades ha emplazado al sanchismo fuera del orden liberal y de derecho que abrazan todos sus homólogos de Occidente. Hemos defendido desde el primer día que la presente sería una legislatura fallida para el bienestar general de los españoles que es el objetivo primero del gobernante. Sánchez decidió aferrarse al poder tras un obsceno ejercicio de mercadeo con todos los enemigos de la España constitucional y la consecuencia es que manda, pero no gobierna porque cuadrar y satisfacer tanto particularismo enfrentado y mezquino ha sido una bomba de relojería que le ha estallado en las manos. Ni siquiera la propaganda oficial y su poderoso orfeón mediático han sido capaces de contener los daños de tanta decisión equivocada. Sánchez debió asumir su derrota en las generales y dejar paso a la alternativa, o en su caso, dar de nuevo la voz al pueblo soberano para encauzar una solución al bloqueo y al desgobierno antes que someter a la interinidad al país. Es un tiempo aciago de nuestra historia el encabezado por un presidente cuyo propósito por encima de cualquier otro es ocupar el poder y no gobernar.