Opinión

Difícil es, imposible no hay nada

Feijóo es más gallego de lo que parece y lo está demostrando

El Rey hizo lo que debía en semejante circunstancia. Feijóo acreditó 172 apoyos y Sánchez apenas 166. Feijóo ganó las elecciones y Sánchez las perdió. De ahí que no hubiera más salida que la adoptada por Don Felipe, con todo el amparo de legalidad constitucional, pese a que eso haya supuesto una auténtica bofetada para el sanchismo, que intentó condicionar la decisión del monarca hasta el último minuto. Patxi López y Pilar Alegría no paraban ayer de tirar de argumentario con la cantinela de la «investidura fake». Escocidos al límite, no saben qué decir para zafarse del revés. Fundamentalmente porque la decisión de proponer a Feijóo tumba el argumentario según el cual parecía que había ganado las elecciones quien en realidad las había perdido. Las perdió con claridad, por mucho que pueda darle la vuelta al resultado de las urnas pisoteando sus propias líneas rojas. Sánchez prometió meter en la cárcel a Puigdemont igual que antes negó 20 veces que fuese a indultar a los golpistas y a pactar con los pro-etarras. Los mismos proetarras que ayer colocaron un cartel de Abascal con un tiro en la nuca en las fiestas de Bilbao. Claro, como es el líder de Vox, parece que a nadie le importa demasiado. Pero tales muñidores del odio, que antes lo fueron del crimen, son los representados por el partido con el que negocia y pacta el presidente en funciones pese a que otrora él mismo dijo que nunca-jamás-de-ninguna-manera pactaría con ellos. Igual que la línea grana del orate de Junts. En la medida en que es un huido que se mofa de España y de nuestra Justicia, nadie debería dar el paso al frente de blanquearle, por mucho que sean necesarios sus votos. Pero este es el país que tenemos. Un país sin palabra que paga al forajido un exilio dorado en Waterloo. Y al que ahora se le va conceder cuanto pide, la amnistía, el referéndum, la agencia tributaria propia, el poder judicial catalán, condonarles todas las deudas contraídas a cuenta del derroche del independentismo supremacista.

Sólo que la lógica decisión del Rey les ha roto el relato. Feijóo se va a poder presentar y tiene un mes para ahondar en sus contactos con otros grupos. Difícil es, pero imposible no hay nada. En realidad le bastaría con la abstención del PNV y de dos más, para salir en la segunda votación. ¿Quiénes? Dos puigdemones o dos socialistas. Si nos dejamos llevar por el discurso de Page, en las filas del socialismo hay más de un crítico con este pacto Drácula que deja al Estado español humillado e inerme. Por eso Monedero ha sacado a relucir la figura del «tamayazo». Tienen miedo a un tamayazo, que no se producirá porque Sánchez eligió uno a uno a sus 122 diputados. Votarán lo que les diga el jefe aunque sea ilegal. Ya se encargará Pumpido de legalizarlo todo en el TC «manchándose la toga», como a él mismo le gusta reconocer, cuantas veces sea necesario. Para eso está ahí el «derecho constructivista», que propugna «ir más de lo que dice la ley», teoría de María Luisa Balaguer que abrazarán con entusiasmo el exministro Campo y la bolañista Laura Díez. Los vocales progres del TC lo tienen claro. Convertirán en legal la amnistía ilegal y en constitucional el referéndum inconstitucional.

No, pero en serio. Imposible no hay nada. Feijóo es más gallego de lo que parece y lo está demostrando. A la chita callando tiene 172 votos para un gobierno monocolor. Y le faltan cuatro para la mayoría absoluta. O siete abstenciones para la mayoría simple. Aunque también va a intentar el acuerdo con el PSOE. No tiene nada que hacer por esa vía, porque este no es ya el partido de González ni de Guerra. Es el irreconocible socialismo del todo vale con tal de conservar el Falcon. Da igual si hay que olvidar promesas y enterrar principios. «Si estos no valen, tengo otros». Y Pedro Sánchez tiene tantos como años. O más.