El trípode

La dignidad del candidato frente al sanchismo

Este debate ha servido para exhibir en carne viva lo que es el sanchismo político: la carencia de principios, convicciones y valores que no sean la conquista y el mantenimiento del poder.

La sesión de ayer del debate de investidura de Feijóo terminó como estaba previsto, con 172 votos a favor y 178 en contra. El sanchismo, como un telón de acero, se opuso, integrando los 121 diputados del grupo socialista, los 33 del grupo «plurinacional» comunista de Yolanda, los 14 de ERC y Junts a partes iguales, los 11 de Bildu (6) y PNV (5), y el nacionalista de izquierdas del BNG. Toda la izquierda y la extrema izquierda comunista, nacionalista y separatista, con un total de 23 siglas, unidas al PSOE de Sánchez.

Mañana no es previsible que cambie este resultado, que pone en marcha la maquinaria para que antes de dos meses, que se cumplen el próximo 27 de noviembre, Sánchez abra la boca para acceder a las exigencias que esa macedonia de siglas imponía a Feijóo para votarle.

Este debate ha servido para exhibir en carne viva lo que es el sanchismo político: la carencia de principios, convicciones y valores que no sean la conquista y el mantenimiento del poder. Es patético contemplar el espectáculo de diputados y diputadas profiriendo en catalán, euskera y gallego todo tipo de improperios a España y a sus instituciones, mientras Sánchez, flanqueado por sus incondicionales amarrados a sus escaños, permanecía mudo sabiendo que son sus socios y aliados parlamentarios. Eso sí, todos aplaudiendo entusiastas a su portavoz, designado para la ocasión por su líder supremo que no se atrevió a abrir la boca. Está claro que por mucha ingeniería e ingenio lingüístico que apliquen, «obras son amores y no buenas razones», y si esas 23 multinacionales siglas le votan, será porque Puigdemont, Otegi, y cía. habrán quedado satisfechos con lo recibido a cambio.

Sánchez esperará a que pase el 1-O para que la amnesia colectiva inyectada en vena no quede afectada por ese aniversario, y por supuesto también otras dos fechas siguientes y emblemáticas: El 3-O y el 8-O. La primera es la del discurso televisado de S.M. el Rey, en el que como «Jefe del Estado y símbolo de su unidad y continuidad», condenó rotundamente la flagrante violación de la Constitución y el atentado contra la unidad nacional perpetrado por los dirigentes secesionistas catalanes.

La segunda fecha recuerda la multitudinaria manifestación de Barcelona producida como inmediata reacción al discurso de Felipe VI. Ahora el sanchismo pretende que el Rey se censure a sí mismo por ese discurso, e igualmente lo hagan las Cortes y el Tribunal Supremo declarando borradas esas conductas y delitos, que para Sánchez y sus socios nunca debieron ser juzgados por ser simples «actos políticos».