Pactos electorales

Bildu,línea roja para los demócratas

La Razón
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Uno de los graves problemas de la actual socialdemocracia española, la que, supuestamente, encarna el PSOE, es la existencia de un doble discurso con respecto a unos movimientos nacionalistas que, lejos, de moderar con el tiempo sus posiciones, se sirven de las ventanas de oportunidad que les conceden los socialistas para incidir en aquellas áreas administrativas que más convienen a sus proyectos de fractura social. Si primero fueron las islas Baleares, donde el PSOE regional ha favorecido el crecimiento del separatismo pancatalanista, con un modelo lingüístico que busca la exclusión del castellano en la Administración, la Sanidad y la Educación, ahora vemos repetirse el modelo en Navarra, pero con una particularidad que lo hace especialmente sensible, al poner al Gobierno de la comunidad foral en manos de un partido como Bildu, heredero directo de la banda terrorista que ensangrentó esas mismas tierras y cuya estrategia está encaminada, precisamente, a eliminar el sujeto político navarro. Y esto es así, por más que la presidenta del PSN, María Chivite, se tape tras subterfugios pueriles y se excuse en que no ha negociado directamente con los batasunos para conseguir su imprescindible abstención. Así, que en el Congreso de los diputados el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, reclamara el derecho a gobernar del partido más votado, mientras en Pamplona su formación se veía obligada pactar con otras tres fuerzas políticas para invalidar la clara victoria de Navarra Suma –que superó a los socialistas en 8 escaños y 16 puntos porcentuales de voto–, no sería más que otra muestra palmaria de incoherencia, a la que ya nos tiene acostumbrados, sino fuera por lo que supone la inclusión de los proetarras en la ecuación. Ayer mismo, la dirección de Bildu explicaba a sus afiliados y simpatizantes, sin ambages ni disimulos, las razones de su apoyo a la socialista Chivite, que no eran otras que la de impedir la consolidación de la alternativa mayoritaria constiticionalista en Navarra, lo que ellos denominan «el régimen», para lo que es imprescindible, según los bildutarras, que el PSN no llegue a acuerdo algunos con los partidos que conforman Navarra Suma, es decir, UPN, Ciudadanos y el PP. Una estrategia que conviene al proyecto soberanista, como ellos mismos reconocen, y al propio proyecto político de Bildu. Pero hay más. La dirección proetarra asegura que los socialistas navarros son conscientes de que van a necesitar sus votos a lo largo de toda la legislatura y que ello les permitirá, textualmente, «incidir e inclinar la balanza en algunos temas», condicionando la acción de Gobierno. Técnicamente, María Chivite pone a su partido extramuros del bloque constitucionalista, y no sólo porque se avenga a gobernar en coalición con el nacionalismo vasquista que representa Geroa Bai, sino porque queda a merced de la tutela de Bildu, que no va a dejar que se pierdan lo que ellos consideran las conquistas del anterior gobierno navarro en materia lingüística y educativa. En estas circunstancias, parece ocioso que desde el PSOE y otros sectores de la sociedad se pida a los líderes del PP y de Ciudadanos, Pablo Casado y Albert Rivera, que faciliten la investidura de Pedro Sánchez con una abstención táctica. Bildu no ha dejado de ser una línea roja para los demócratas de este país por más que algunos, voluntaria o involuntariamente, se empeñen en normalizar a los herederos políticos de los asesinos de ETA. Ni Casado ni Rivera pueden dejar pasar por alto este tipo de componendas políticas que sólo refuerzan a quienes pretenden desestabiliazar la democracia española y su modelo constitucional. En política no todo vale y es preciso elegir.