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Compromisos cumplidos

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Hace dos años –el 2 de abril de 2013, para ser exactos– el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, hacía en esta misma casa de LA RAZÓN el primer pronóstico netamente favorable sobre la evolución de la economía española. Quienes entonces le tacharon de excesivamente optimista han podido comprobar que, muy al contrario, si el ministro pecaba de algo, era de prudencia. En aquella coyuntura, que ahora nos parece lejana, los datos económicos, especialmente los que se referían al desempleo y a los ingresos fiscales, no eran, precisamente, esperanzadores, pero Cristóbal Montoro tenía tanta confianza en que las medidas adoptadas eran las adecuadas y darían resultados que se permitió, por primera vez desde la llegada al Gobierno de Mariano Rajoy, anunciar que el año 2013 sería el último de la crisis. Y así fue. Ayer, en el mismo escenario, el titular de Hacienda habló a los españoles de la recuperación en marcha, de la trascendencia del trabajo llevado a cabo y de unas perspectivas de futuro francamente favorables, si se mantienen el esfuerzo y el rumbo trazados, de cuya realidad, anclada en los hechos, pocas dudas caben. Hoy, los datos, aunque siempre fríos, dan cuenta del giro histórico que ha dado España en estos tres años de vértigo, desde la amenaza de un rescate europeo, que muchos venteaban como inevitable, hasta convertir a la economía española en la que mayores tasas de crecimiento presenta de la Unión Europea. Y todo ello conseguido en un proceso sin precedentes de reducción del déficit estructural y de equilibrio presupuestario. Así, el déficit del PIB ha pasado del 9,4 por ciento registrado en 2011, cuando el PP llegó al Gobierno, al 5,7 por ciento con que se cerró en 2014, por encima de las previsiones. Al ministro de Hacienda le corresponde una buena parte del éxito gracias a una labor que merece trascender a la fácil caricaturización de quien asume la ingrata función de recaudador de impuestos y que, en definitiva, es la obra de uno de los grandes hacendistas que ha tenido España. Es cierto, nadie lo niega, que el Gobierno se vio obligado a incrementar la presión fiscal para hacer frente a un desplome de los ingresos de más de 70.000 millones de euros pero, también, que el cambio de ciclo no se explica sólo por este concepto. Sin el Plan de Estabilidad Presupuestaria, la reforma de la Administración Pública, los planes de pago a proveedores –porque las administraciones públicas mantenían hasta 2011 una deuda no computada de más de 30.000 millones de euros en facturas impagadas–, la intensificación de la lucha contra el fraude –12.318 millones de euros aflorados en 2014, un 12,5 por ciento más que el ejercicio anterior– y el saneamiento del sistema financiero, la recuperación hubiera sido mucho más azarosa. Éxito de todos, pero, también, y mucho, de Cristóbal Montoro.