Pedro Sánchez

Españoles: Franco ha muerto (otra vez)

La Razón
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Si el presidente del Gobierno en funciones tenía en mente hacer un espectáculo de la exhumación del cadáver de Francisco Franco, ciertamente, lo ha conseguido. Retransmitido el acto por la Televisión pública, con un despliegue de cámaras y medios técnicos apabullantes; con la presencia seria, incluso circunspecta, de la ministra de Justicia en funciones, Dolores Delgado, en su papel de Notario Mayor del Reino; con el féretro a hombros de sus familiares, cubierto con el guion militar de la Casa del Caudillo, estandarte que empezó a utilizarse en 1940, y trasladado al cementerio de Mingorrubio, en El Pardo, en un helicóptero del Ejército del Aire, la ceremonia adoptaba rasgos de un funeral de Estado, efecto, suponemos, que no era el que buscaba el candidato socialista. Tal es así, que el dirigente peneuvista Aitor Esteban se despachaba, entre la ironía y el sarcasmo, con un «buen trabajo», tras denunciar la, en su opinión, exaltación franquista de la jornada. Pero el guión de este comienzo de la campaña electoral socialista no estaba completo sin la intervención estelar del candidato Sánchez, en «prime time» del informativo de TVE, en la que no sólo parafraseó la frase franquista «españoles, perdonad, pero no olvidéis» con un «España es fruto del perdón, pero no del olvido», sino que llegó a vincular la supuesta dignidad herida de nuestra democracia, consolidada y fecunda en libertades, con un acto meramente partidista. Por lo demás, el cadáver de Francisco Franco reposa ahora en un panteón de El Pardo, propiedad de Patrimonio Nacional, sin que haya despertado mayor interés en el conjunto de la ciudadanía. Sin embrago, debemos dejar constancia de que el Partido Socialista –que estuvo directamente implicado, y no, precisamente, dando ejemplo de bondad y respeto democrático, en la tragedia de la Guerra Civil–, actuando por cálculo político, no ha tenido escrúpulos a la hora de desenterrar la vieja dialéctica maniquea de buenos y malos, para tratar de identificar a los partidos del centro derecha con el franquismo. Que no haya tenido éxito en su política guerra civilista habla más de la madurez del pueblo español que de las declaradas intenciones reconciliadoras de la izquierda. Como hemos reiterado en estas mismas páginas, no creemos que esta estrategia vaya a obtener los réditos electorales buscados, ni siquiera con la inestimable colaboración de los dirigentes de VOX, prestos a buscar votos entre quienes, más que ser partidarios de Franco, ven en la acción socialista una relectura falsa y llena de hipocresía de su papel en la historia reciente. Porque no es sólo que la mayoría de los votantes, cuarenta y cuatro años después, tengan descontada la dictadura franquista, –pese a la matraca con la memoria histórica, el PSOE sigue cosechando muy malos resultados en las urnas– es que las preocupaciones ciudadanas se acrecientan con cada mal dato, con cada mal pronóstico que llega, sobre la deriva de nuestra economía –ayer, sin ir más lejos se hizo pública la peor EPA de los últimos siete años–, y con cada sobresalto incendiario en Cataluña. Lo cierto es que, a la postre, el candidato socialista, Pedro Sánchez, tendrá que dejar de hablar de Francisco Franco para enfrentar preguntas incómodas sobre la política fiscal que pretende aplicar para pagar la vuelta a la barra libre con el dinero público de su programa electoral, y el consecuente incremento de la presión impositiva, y sobre su indefinida estrategia para frenar a un separatismo catalán del que ya dependió en su día para llegar a La Moncloa, moción de censura mediante, y, previsiblemente, según las encuestas, volverá a depender si quiere superar el pleno de investidura. Todo, políticamente, está abierto hasta que no hablen las urnas el próximo 10 de noviembre y, ahí, Franco tiene poco que decir.