España

La excusa del patriotismo

A tenor de lo sucedido ayer en la Comisión de Asuntos Institucionales del Parlamento de Cataluña, pareciera que el ex presidente Jordi Pujol no es plenamente consciente de la gravedad de su situación, tanto personal como familiar. Como primera providencia, el fundador de Convergencia se mostró convencido de que había hecho un gran honor a la Cámara catalana prestándose a explicar asuntos que él considera exclusivamente de índole personal, completamente ajenos a su trayectoria política –tesis que también defendió el representante de CiU–, para estallar en un notable enfado cuando todos los portavoces de la oposición expresaron sus más que fundadas dudas sobre la veracidad de lo expuesto por el compareciente y le exigieron que diera respuesta a las dos preguntas que hoy se hace toda España: ¿proviene la inmensa fortuna acumulada por el clan familiar del cobro de comisiones por la concesión de contratos públicos en Cataluña? ¿Oculta la supuesta herencia operaciones de ventaja en la venta de acciones de Banca Catalana? Beneficiado por el formato impuesto por CiU a la comparecencia, que le evitaba tener que responder una a una las intervenciones de la oposición, Jordi Pujol se permitió reñir a los parlamentarios, haciendo gala de esa superioridad moral que ha venido encarnando los últimos treinta años de su vida. Una vida, dicho sea de paso, que él concibe como parte inherente de Cataluña y que convierte cualquier crítica a su persona en un ataque contra la esencia del catalanismo e incluso contra los catalanes todos. Se presumía que el ex honorable acabaría por envolverse en la bandera, y así lo hizo. De ahí que no provoque la menor perplejidad su relato del origen de la fortuna familiar –en el que transforma los negocios de contrabando de divisas de su padre durante el franquismo en un «servicio a la industrialización» del país, disfrazando la trampa y la competencia desleal, vinculada a la corrupción de funcionarios, como la obra insigne de «un visionario catalanista»–, ni su reivindicación personal de que cualquier mediación económica por él realizada durante sus 23 años al frente de la Generalitat no ha tenido otro objeto que el bienestar de Cataluña. Comisión de investigación parlamentaria aparte –si es que se llega a crear–, parece claro que ante esa actitud la única vía para llegar al fondo de las presuntas irregularidades financieras y fiscales del «clan Pujol», y su relación con la política catalana, es impulsar una exhaustiva investigación judicial, que debe comenzar por los paraísos bancarios donde se presume que los Pujol ocultan su fortuna. Una fortuna, según las primeras investigaciones, que supera en mucho esos 140 millones de pesetas de 1980 –hoy equivaldrían a 4,2 millones de euros– que Florenci Pujol ocultó a Hacienda... y a su propia hija.