
Editorial
Usar el horror ajeno como propaganda
No les ha importado demasiado utilizar ahora el horror ajeno del conflicto en Gaza para desviar la atención del espanto y la ignominia de los casos de corrupción que rodean al presidente del Gobierno

Tapar las vergüenzas propias sacando a relucir las del vecino ha sido la estrategia común utilizada por el multitudinario equipo que arropa en Moncloa a Pedro Sánchez. Y no les ha importado demasiado utilizar ahora el horror ajeno del conflicto en Gaza para desviar la atención del espanto y la ignominia de los casos de corrupción que rodean al presidente del Gobierno. Nada mejor que utilizar la carta del supuesto genocidio palestino para remover conciencias con el único objetivo de obtener un rédito personal. Lo hizo el fin de semana pasado alentando a las masas a boicotear el final de la Vuelta y lo hace ahora utilizando el comodín de Eurovisión para recuperar el trampolín mediático perdido, tras amenazar con dejar a España por vez primera en 44 años fuera del concurso más seguido del mundo. Y todo, sin que después de dos Consejos de Ministros consecutivos haya sido capaz de presentar oficialmente el decreto que active el embargo de armas a Israel y el resto de medidas contra el Gobierno de Netanyahu.
Desde Sumar ya han advertido que su paciencia con la aprobación del plan llega solo hasta el próximo Consejo de Ministros y Podemos va más allá y acusa a Sánchez de estar en modo preelectoral, de usar el «decreto fantasma» en su propio beneficio y de buscar únicamente anuncios propagandísticos que no se concretan en nada en vez de centrarse en gobernar. Desde el PP le recuerdan, con la razón jurídica de su parte, que determinar si es genocidio o no, no le compete a la ONU, ni al Gobierno ni al propio presidente, sino a la Corte Penal Internacional.
El actor Robert Stadlober, encarnando a Joseph Goebbels en «El ministro de propaganda» (2024), espeta en una de las escenas que «con la propaganda pasa como con la pintura, la imagen más valiosa no es la que más se asemeja a la realidad, sino la que genera más emociones». Una frase que marca dos de las tesis que el jerarca nazi dejó para la historia y que han sido utilizadas una y otra vez desde entonces por expertos en comunicación y gabinetes de grandes mandatarios: «Avivar el odio funciona para alcanzar los fines que te propones» y «encontrar un enemigo exterior moviliza y ayuda a tapar las miserias propias». Dos ideas que encajan y se engarzan a la perfección en los engranajes de la máquina de propaganda en la que ha convertido Pedro Sánchez al PSOE y al propio Gobierno de la nación. Arrogarse la bandera de los buenos cuando los identificas solo con los tuyos lleva a la ira, la rabia, la cólera, la furia y, al final, la violencia. Una ira que es fácil de despertar, pero que es muy difícil de apagar cuando se enciende la mecha del odio desde la tribuna del poder y se entregan antorchas a las masas amparadas en una supuesta oficialidad. Como nos enseñó Goebbels hace más de 80 años.
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