Cataluña
Rajoy y la defensa de la Ley
Al margen del formato que adopte el debate parlamentario de mañana, lo cierto es que será el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, quien lleve el peso de la defensa de la soberanía nacional en el Congreso, frente a la pretensión de los separatistas catalanes de sustraer al conjunto de los españoles el derecho a decidir sobre su país. A nadie se le oculta la importancia que concede el presidente de la nación a un debate que no puede quedar reducido al monólogo nacionalista. Aunque Rajoy pueda delegar su intervención en alguno de los portavoces parlamentarios del PP, entre otras razones, porque el presidente de la Generalitat, Artur Mas –impulsor de la imposible reclamación que mañana se discute–, se ha negado a comparecer en la sede de la soberanía nacional, reconocimiento paladino de que es plenamente consciente de la ilegalidad de su pretensión, la línea argumental será la misma que siempre ha mantenido el líder del PP: que no es posible trocear la soberanía nacional. Algo incuestionable, pese a los artificios dialécticos de que hacen gala algunos responsables políticos nacionales, como el comunista Cayo Lara, a quien habría que emplazar para que expusiera de una manera clara y concisa la posición de su formación sobre el auténtico fondo de la cuestión, que no es otro que el enmascaramiento semántico del derecho de autodeterminación, mediante la expresión «derecho a decidir». La de Cayo Lara, sin embargo, no es la única postura que busca en la ambigüedad calculada un problemático rédito político, aunque sí es la más evidente. Hay que adentrarse en el campo de la psicología para buscar las razones de que la izquierda española sea, de entre todas las europeas, la única que no ha conseguido interiorizar la arquitectura de un Estado democrático que se legitima en la soberanía nacional y del que, además, fue decidida impulsora junto con el resto de los ciudadanos. Sin duda, décadas de pactos contranatura para arrancar migajas de poder explican en Izquierda Unida su falta de coherencia ideológica y, también, sus fracasos en las urnas. Porque, frente a la pretensión de arrebatar a los españoles la soberanía sobre el conjunto de la tierra que habitan, no caben ambigüedades ni el socorrido refugio en demandas de diálogos imposibles, que si suenan bien al oído, ocultan una inexplicable fobia al compromiso con España. Mañana se expondrán las razones que impiden acceder a la demanda del Parlament de Cataluña. Es de esperar que el secretario general del PSOE actúe con la misma claridad en el fondo y en la forma. Así se hizo, con los papeles cambiados, ante la propuesta del ex lendakari Juan José Ibarreche, quien sí tuvo la gallardía de defender su proyecto en el Congreso que le falta a Artur Mas, abriendo, al final, la vía a la derrota del terrorismo etarra.
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